Tenía 17 años. Y me encontraba perdida. Después del segundo desarraigo en un país extraño y sin conexión con el entorno, solo me rondaba la idea de terminar con mi vida, porque no le encontraba ningún sentido. Vivir por vivir no era mí. Tenía que encontrar algún camino. Y lo busqué en la lectura. Hasta que cayó en mis manos un pequeño libro de bolsillo. Era muy pequeño de verdad, que cabia en cualquier rincón de mi cartera. Se llamaba "Luz en el sendero". Su tapa no decía mucho, pero era de un color verde claro y muy agradable al tacto. Creo que lo leí en un día. Pero luego lo volví a leer una y otra vez. Sus frases de aliento me inscribieron nuevas maneras de ver el mundo. Me conectó con mi espiritualidad, con lo que soy realmente. Me conocí a mi misma encontrando en cada palabra a mi propia esencia. Fué el pilar de mis futuros proyectos. El que me dió fuerzas y ánimo. El que me enseñó paciencia. El que me puso luz en mi camino.
"Luz en el sendero" me invitó a seguir indagando y estudiando, a no claudicar.
Miles de lecturas le siguieron, pasando por la filosofía oriental, la psicología, la sociología, la holística en todas sus formas y metodologías.
Me ayudé a mi misma para ayudar a los demás.
Ese es mi propósito.
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