miércoles, 5 de diciembre de 2018

Las falsas virtudes y las virtudes de la esencia



"Desapegarse de los deseos, tal como lo aconsejan las Escrituras, va más allá de un desapego del placer y del dolor: se aplica además a las formulaciones mentales de vicio y virtud. El hombre que es virtuoso en forma tradicional no está más libre ó más abierto a su verdadero ser que el que cae presa de los automatismos del deseo. Pues dice un proverbio hindú: «Un ruiseñor en jaula de oro no es más libre que otro en jaula de hierro»".

[Claudio Naranjo, Psicología de la Meditación].


Nuestro mundo está cansado de una virtud aparente, inconsistente, que sólo sirve para mostrar a la sociedad cuánto el ego educado se ha esforzado para crear una máscara suficientemente adaptada a las pautas sociales. Es en el fuero interno del hombre, empero, y no en su fachada social, donde se juegan los valores más importantes tales como el despertar de la consciencia, la auto-realización y la felicidad. 
Originada en Aristóteles y reforzada en la Escolástica, se ha hecho tradicional la noción y práctica de la virtud como un hábito operativo de hacer el bien. Esto es, el hábito de practicar voluntariamente lo que se considera moralmente correcto en un determinado contexto sociocultural.
Esta noción de virtud es la que ha dominado durante siglos nuestra educación occidental ligada, particularmente a partir de la Reforma Protestante, al voluntarismo exagerado, la disciplina rigorista y las penitencias impuestas y autoimpuestas con fines supuestamente éticos y pedagógicos. Es claro, por otra parte, que en nuestro tiempo esta noción y práctica de la virtud han caído en desuso y, en el contexto de un globalizado relativismo en el que toda autoridad y los valores tradicionales están en crisis, nuestro mundo prefiere hoy hablar de valores, una noción, por lejos, mucho más abstracta y menos encarnada que la de virtud en su sentido originario.
Etimológicamente, "virtud" deriva del término griego areté, que significa "perfección, excelencia" y también "pericia, arte". Su traducción latina es: “virtus", de donde deriva directamente nuestro vocablo en español. La raíz latina tiene originariamente el sentido de “fuerza”, "energía que surge" y que se abre paso hasta manifestarse. Para la espiritualidad y la mística en general, y para la filosofía oriental en particular, la persona virtuosa es aquella que obra no a partir de un hábito adquirido a fuerza de voluntad — por importante que sean los buenos hábitos – sino a partir de la "energía ó fuerza interior" que brota de una consciencia pura, de un alma cada vez más autoconsciente ó iluminada. La virtud entendida en este sentido es como una llama viva que transforma, mueve, produce cambios, pero siempre desde el centro del alma hacia afuera, y no al revés.

Las falsas virtudes

En los distintos egotipos podemos hallar falsas virtudes. Éstas no son sino cualidades características —y en cierto punto "connaturales"— de cada tipo de personalidad que, aún siendo positivas y valiosas en sí mismas, son frecuentemente utilizadas por el ego con fines más o menos sutiles de manipulación (¡la manipulación es el arte por excelencia del ego!). De allí que sirven al individuo para dar una imagen socialmente aceptable, e incluso laudable, pero que no van más allá de eso.
Así, no sin una paradojal ironía, se ha llamado irónicamente al E1 "la virtud enojada". Utilizando este egotipo la formación reactiva como mecanismo de defensa principal, desde niño fue construyendo una fachada de autocontrol, disciplina y rectitud que lo caracterizan pero que están lejos de hacerlo feliz, sino todo lo contrario: cuanto más se esfuerza por ser virtuoso más siente crecer dentro de sí el resentimiento y el enojo hacia los demás, porque "los otros no hacen lo que deben"; y hacia sí mismo, por no estar nunca al alcance de su superyóica exigencia interna, y por tanto, de falsa perfección.
En el E2 podemos encontrar una seductora generosidad. Pero pese a su fachada de filántropo capaz de ofrecer su cariño y ayuda concreta a todo el que lo necesita (y al que no lo necesita también), el ego del E2 sustenta una no reconocida necesidad de afecto y valoración, que hace de la misma ayuda y sacrificio por el otro una herramienta de seducción y manipulación para obtener afecto, reconocimiento y valoración.
En el E3 destaca una cualidad ejecutora capaz de potenciar al máximo los propios recursos, siendo así que incluso con poco ó muy poco es capaz de brillar lo suficiente para sobrevivir en medio de la cada vez más selvática competencia social, y abrirse paso a la mirada de los demás. Pero en una consciencia dormida, los logros exteriores no llegan a otorgar un auténtico valor y sentido existencial.
En el E4 encontramos una sensibilidad especial para empatizar con el dolor y sufrimiento del otro, pero detrás de esa empatía con el dolor ajeno muchas veces se encuentra soterrado un masoquismo emparentado con una baja estima de sí.
En el E5 encontramos una objetividad serena para tratar los problemas de la vida. Pero en una consciencia dormida, lejos de ser una auténtica sabiduría espiritual, es utilizada por el ego para enmascarar un insano aislamiento afectivo y una desconexión tal que permite ver las cosas, mas no dejarse tocar por ellas y amarlas como son.
El E6 suele gozar de un innato olfato para detectar la injusticia y la falsedad. Pero debajo de ello muchas veces se esconde una suspicacia de tipo paranoide al punto que aún rodeado de gente, como le gusta a este ego, no llega a vincularse profundamente con los otros, de los cuales siempre hallará una razón para desconfiar.
En el E7 encontramos una característica capacidad para abarcar lo múltiple, ya a nivel de proyectos, ya a nivel de perspectivas en general. Pero detrás de esa amplitud mental muchas veces asoma un trasfondo de ansiedad por la cual se planifica mucho y se concreta poco, amén del desgaste de energía, por un lado, y la frustración, por otro, que eso conlleva.
El E8 suele ser directo y firme. Pero ello es muchas veces utilizado por el ego para enmascarar no sólo una típica torpeza de modos, insensibilidad ó falta de tacto sino, más aún, un intento de dominio de la situación y de los otros, que no es un auténtico interés por la verdad y la justicia.
En el E9 todo parece ser paz y amor, dada su característica adaptabilidad y capacidad para desaparecer en medio de los demás. Pero detrás de esa aparente armonía interna, el ego esconde un profundo adormecimiento psico-espiritual; y un intento de no ser molestado por nada ni por nadie para gozar, imperturbable, de su mundo de fantasías ó falso santuario interior.
Vemos, pues, que todos los Eneatipos gozan de cualidades características. Pero las mismas, aún siendo valiosas en sí mismas, están aún lejos de ser auténticas "virtudes"; dado que si no media un despertar profundo de la consciencia, sólo serán meros epifenómenos conductuales socialmente adaptados de tendencias egóicas más profundas, en gran medida inconscientes, latentes y operantes desde la Sombra.

Las virtudes de la esencia

Según el Eneagrama, las virtudes de la esencia son la contracara de las pasiones del ego ó motivaciones deficitarias. Éstas últimas están basadas en tres pilares: la ignorancia de sí, la avidez de lo aparente, y la aversión de aquello que se desconoce y teme. [Cf. Naranjo, Carácter y Neurosis]. Podemos deducir a partir de ello que, las virtudes, en tanto brotan de la Esencia ó Ser en una consciencia despierta, constituyen un núcleo motivacional luminoso —por llamarlo de alguna manera, opuesto a la Sombra de la ignorancia de sí—, cuyos tres pilares, opuestos a los del ego, serían: el auto-conocimiento profundo; la confianza básica; y la amorosa auto-aceptación.
Según la tradición Sufí, cada persona humana es depositaria de todos los atributos divinos; pero uno de ellos brilla en cada individuo con una intensidad peculiar. Esta peculiaridad está dada en el nacimiento, ya que todos nacemos en un estado puro y de benevolencia absoluta.




Las virtudes de la esencia y las falsas virtudes (pasiones)




I. Opuesta a la pasión de la Ira habita, dormida, en el interior del E1 la virtud de la Paciencia (del lat. "patior" = padecer, soportar); gracias a la cual el Perfeccionismo (fijación) y la implacable auto-exigencia del ego dan paso a la aceptación serena de la realidad tal y como es, con sus ritmos y tiempos propios, con sus luces y sombras. En el proceso del despertar de la consciencia, mediante el constante trabajo de auto observación, y particularmente en la meditación, el E1 es capaz de advertir que detrás del caos y la imperfección humana todo el universo está ordenado y cada cosa tiene un sentido a la luz del Todo, y que más allá de los parámetros del deber ser, el Ser en sí mismo es bondad y Perfección, y por eso es posible descansar y confiar, dejar ser, manipular menos y disfrutar más (el E1 deja surgir aspectos positivos análogos a los del E7 sano).
II. La contracara de la pasión del Orgullo es la virtud de la Humildad (del lat. "humus" = tierra). Y así como la tierra no puede ser generosa ni dar fruto sin agua, sol y cuidado, así también el progresivo despertar de la consciencia del E2 le permite reconocer que no sólo tiene mucho para dar, sino que también tiene legítimas necesidades de afecto, valoración, aceptación. Y particularmente en la meditación va experimentando que el Ser es amorosa y generosa Libertad, pero sólo para quien es sincero y verás consigo mismo, y se pone a la misma altura de los otros, ni más arriba, ni más abajo. Este reconocimiento hace que aquello que se brinda al prójimo surja, no ya de un Falso amor (fijación), sino de sentimientos profundos y auténticos capaces de empatizar con el otro (el E2 deja surgir aspectos positivos análogos a los de los E4 sanos) a partir del reconocimiento sincero de la propia realidad y sus necesidades.
III. Mediante el trabajo de autoconocimiento y progresivo despertar de la consciencia, la búsqueda de brillo, la incansable construcción de la fachada y la Vanidad del ego (pasión), dan paso al surgimiento de la virtud de la Autenticidad (del gr. "autós" = el mismo). Ésta permite al E3, particularmente gracias a la práctica de la meditación, no sólo dejar de lado la falsedad (fijación) de sus mil máscaras con lentejuelas, sino mirar su verdadero rostro en el espejo del Ser que habita en su interior. Y puede comprender progresivamente que el Ser en sí y por sí mismo es Armonía y que,  por subsistir en su incondicionada plenitud no depende de los logros alcanzados, ni de la fachada construida, sino que es siempre don y gracia para la consciencia despierta y sincera. Y así, además, comprende que es capaz de pensar no sólo en el propio provecho sino también, con auténtica sinceridad, en el provecho de los demás (E3 deja surgir aspectos positivos análogos a los del E6 sano).
IV. Pocas pasiones hay tan interiormente intensas como la Envidia, que es el núcleo de motivación deficitaria del E4. Proporcionalmente, es inestimable el valor de la virtud de la Ecuanimidad (del lat. "aequus" = igualdad; "ánimus" = ánimo; equilibrio de ánimo), esencial en toda vida espiritual auténtica y fecunda. La ecuanimidad, lejos de ser mediocridad, es la elevada capacidad de aceptar en todas las cosas ese "justo medio" del que hablaba Aristóteles. Ella surge cuando, mediante el progresivo despertar de la consciencia, y particularmente durante la meditación, la mente logra trascender los engaños del ego y puede ver que lejos de la insatisfacción constante y la falsa necesidad (fijación), la propia existencia está arraigada y fundamentada sólidamente en el Origen trascendente del que brota toda energía creadora, belleza y plenitud. Al contemplar esta verdad superior, particularmente en la meditación, el E4 deja surgir de su interior paciencia, serenidad y amor por la perfección inefable del universo (cualidades análogas a las del E1 integrado), trocando así la envidia en auténtica y profunda gratitud hacia la vida.
V. La pasión de la Avaricia puede considerarse un intento deficiente de llenar un vacío inefable producto de la desconexión con el Ser. El desapego patológico (fijación) y el desamor que caracteriza al E5 en niveles insanos, no son sino epifenómenos consecuentes de haber perdido la conexión con la Fuente y el Origen de toda riqueza interior. De allí que los E5 sufran en silencio una inenarrable sensación de vacío, y por tanto sientan que no tienen nada valioso para ofrecer, y se resignen a conservar para sí lo único que creen poder conservar: sus ideas, recuerdos y sentimientos, primariamente; y su tiempo, palabras y manifestaciones visibles de afecto e interés por el mundo y por los otros, secundariamente. De allí su resignación y minimalismo generalizado, frutos de la avaricia egóica retroalimentada. Por eso considero que la virtud esencial de este eneatipo no es, como se ha dicho, el desapego (sano), sino más bien la Generosidad (del lat. "genus" = raza). Ya que ésta es por definición lo opuesto a la avaricia. Y consiste en un doble aspecto: por un lado, reconocer que — contrariamente a la fijación del desapego patológico— la riqueza de la humanidad toda (de nuestra raza humana) habita en el corazón de cada persona, incluidos los E5!, y saborear internamente la Conexión que existe entre sí mismo y todas las cosas; y segundo, consiste en compartir de esa misma abundancia del Ser con todos los hombres; porque la consciencia que despierta llega a entender, particularmente en la meditación, que los bienes espirituales sólo se conservan, e incluso crecen, si se los comparte con los demás. De allí que los E5 más integrados tiendan a tomar un papel amoroso y generosamente proactivo (semejante a los E8 sanos) respecto del bien de sus semejantes.
VI. La Cobardía (pasión) que motiva a los E6 a buscar constante seguridad en las autoridades exteriores, en las instituciones, en las normas, en los renombres, en las marcas reconocidas…, ligada a una flotante suspicacia y acusación de tipo paranoide (fijación), hace que, sea quien sea la autoridad a la que busque aferrarse, nunca llegue a confiar plenamente en ella. Esto engendra, por otra parte, la paradoja por la cual los E6 tienden a agruparse con quienes comparten ideas, modelos e incluso la misma inseguridad de base, pero no obstante su gregarismo, nunca llegan a confiar plenamente en el grupo, dada su soterrada duda y vacilación. A lo sumo, en su variante contrafóbica, este egotipo se mostrará más seguro de sí e independiente, aunque seguirá teniendo temor y vacilación como centro de los resortes de motivación deficitaria, generalmente inconscientes. Pero en una consciencia despierta, la virtud esencial de los E6 es la Valentía (del lat. "valens" = robusto, fuerte), que nada tiene que ver con la respuesta más impulsiva y ansiosa del contrafóbico, sino que está basada en el aplomo interior (análogo al de los E9 integrados) que brota de la Confianza en el Ser cuya presencia es experimentada, particularmente en la meditación, como una Base Firme presente siempre, incluso en momentos de oscuridades y vicisitudes. Es así como san Agustín de Hiponna, un iluminado E6, llegó a confesar: "Te buscaba fuera, pero estabas dentro".
VII. La Gula de experiencias, ideas y sensaciones (pasión), ligada a una imaginación siempre inquieta aplicada a la Planificación (fijación) de innumerables proyectos, más de los que se pudiera emprender, puede verse como un complejo mecanismo egóico, de apariencia siempre alegre, optimista e indulgente, tendiente llenar no sólo una profunda sensación de vacío, sino además orientado maníacamente a escapar del temor a ser tragado por ese mismo vacío interior y quedar sumido en la oscuridad de la impotencia y el dolor. Cuando el E7 empieza a comprender profundamente, particularmente en la meditación, que el auténtico placer no está tanto en la cantidad sino en la calidad y profundidad de cada experiencia, y en saborearla sapiencialmente, comienza a surgir de su interior la virtud de la Moderación (del lat. "moderor" = señalar el tiempo, el modo y la regla). Mediante la cual ya no se busca saltar maníacamente de un estímulo a otro, sino que se es capaz de planificar con realismo y Compromiso; no ya desde la ansiedad que huye del dolor, sino desde una visión holística y sapiencial de la realidad (análogamente a los E5 integrados), enmarcando la propia existencia dentro de un orden mayor y trascendente.
VIII. Para quien hizo de la intensidad instintiva una lucha contra el mundo, para no ser dominado por los otros en ninguna de sus formas, el placer tiende a desaparecer. La pasión de la Lujuria es, en ese sentido, para el E8 más que un desenfreno, un modo de lucha y dominación para no sentirse vulnerable y dominado. Inseparable de esa pasión se halla la fijación de la Venganza, muchas veces disfrazada de justicia. Pero cuando la consciencia es capaz de elevarse por encima de los tortuosos mecanismos del ego, el E8 es capaz de percibir, particularmente durante la meditación, que más profundo aún que la lujuria y la venganza se hallan en su interior, latentes, las semillas divinas de la Inocencia y la virtud de la Compasión (del lat. "cum" = con; y "passio" = padecer, sentir; esto es, sintonizar con el sentir del otro). Esta última, al brotar de la esencia va trocando la tosquedad e insensibilidad del E8 en sensibilidad capaz de percibir aquél fondo de carencia óntica que está detrás de todo error y malicia. Lo cual permite a la consciencia superior comprender cada vez mejor que quien se equivoca y causa daño no sólo es merecedor de castigo, sino, antes que eso, un pobre infeliz, un ignorante del bien y la verdad, y que por tanto es objeto de enseñanza por parte de quien puede ver más allá de las tinieblas y espejismos del ego. De esta manera, el progresivo despertar de la consciencia de los E8 va trocando la cólera ciega y vengativa en compasión lúcida hacia los ignorantes y malvados (análogamente a la compasión del E2 integrado). Y así se parecen más al Divino Maestro que, no sólo sacó a latigazos a los usureros del Templo, sino que antes y principalmente entregó su vida para sanar, enseñar e iluminar. Testimonian esta transformación grandes maestros E8, entre los que se encuentra el mismo Gurdjieff.
IX. Detrás de la apariencia de paz y armonía generalizada de los E9, se esconde una gran caparazón psicológica de Adormecimiento mental ó Acidia (pasión), que favorece el incremento de la fantasía y aleja al individuo de su misma consciencia de individualidad conduciéndolo al Olvido de sí (fijación) —que es el origen de todos los egos, tal como lo muestra la posición central del E9 en la parte superior del Eneagrama—. Y ello para evitar el conflicto y permanecer siempre tranquilo. Por tanto, el rasgo de amabilidad pacífica de los E9 no llega a ser aún virtud. Sólo cuando la consciencia del E9 despierta puede empezar a percibirse a sí mismo no sólo como un individuo único e irrepetible, sino además, principalmente en la meditación, llega a percibir que está conectado a la Fuente del Ser que habita en su interior. De ese modo surge la virtud de la Diligencia (del lat."diligere" = amar con predilección). Ésta no es un mero hacer de tipo robótico, propio del ego, sino todo lo contrario: un amor lúcido y activo, amor que "hace" porque antes experimentó la presencia interior y transcendente del "Bonum diffusivum sui", como decían los místicos medievales, esto es: el Bien que se difunde y expande por sí mismo, que es creador y renovador, que ama a todo y a todos porque antes pudo ver el inenarrable misterio de la individualidad de cada cosa, su valor particular, y la armonía que todas ellas forman en orden universal, donde cada cosa, cada ser, y cada persona ocupa su lugar. Y así, con un amor consciente de sí y de los otros, y con una adecuada auto-estima (análogamente a los E3 sanos), el E9 va trocando su hacer en cada vez algo menos robótico, más lúcido y por tanto más profundamente eficaz.
* * *
En suma, como bien decía Aristóteles, la auténtica virtud es capaz de hacer feliz al hombre. Ojalá la educación y la psicoterapia enseñen al hombre de hoy a remover los obstáculos para permitir el progresivo surgimiento de la Esencia y sus Virtudes. Esto se logra, no a partir del voluntarismo ciego, sino todo lo contario: a partir de un progresivo despertar de la consciencia mediante la auto-observación —y de la gran ayuda que en tal sentido aportan la Meditación y el trabajo con los Sueños—.
El Eneagrama de las Virtudes nos señala un camino que, lejos de basarse en la manipulación y el voluntarismo, el rigorismo y la moralina, apunta a simplemente, como decía Heidegger: "Dejar ser al ser"; a dejar surgir aquella riqueza que habita en nuestro interior y que constituye nuestro auténtico ser, nuestro verdadera riqueza. En tal sentido, bien podemos entender que 
"El Eneagrama no nos encierra en una caja; nos muestra la caja en la que ya estamos y la salida" [Riso-Hudson, La Sabiduría del Eneagrama].
 - Artículo publicado en la Revista "Sintoniza Eneagrama", de la IEA Española, con el título de:"Recuperando la Dimensión Espiritual de la Virtud, según el Eneagrama de la personalidad".-


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