► MIEDO BÁSICO: Ser «malo», defectuoso, perverso, corrupto.
► DESEO
BÁSICO: Ser bueno, virtuoso, equilibrado, íntegro.
► MENSAJE
DEL SUPERYÓ: «Vales o eres bueno si haces lo correcto».
El tipo
racional, idealista, de sólidos principios, determinado, controlado y
perfeccionista
«Tengo una misión en la vida.»
Al tipo
de personalidad Uno lo hemos llamado el reformador, porque estas personas creen
tener una misión en la vida, lo que las lleva a desear mejorar el mundo de
diversas formas, utilizando el grado de influencia que poseen. Se esfuerzan por
superar la adversidad, sobre todo la adversidad moral, para que el espíritu
humano brille y cambie las cosas. Trabajan por valores elevados, incluso a
costa de grandes sacrificios personales.
La
historia está llena de personas tipo Uno que han abandonado vidas cómodas para
hacer algo extraordinario, porque creían que algo superior las llamaba a
hacerlo. Durante la Segunda Guerra Mundial, Raoul Wallenberg abandonó su cómoda
vida de clase media para trabajar en la protección de miles de judíos europeos
de los nazis invasores. En India, Gandhi dejó a su esposa, su familia y su
próspera vida de abogado para convertirse en defensor itinerante de la
independencia de su país y promotor de cambios sociales no violentos. En Francia,
Juana de Arco dejó su pueblo para restablecer en el trono al delfín y expulsar
del país a los ingleses. El idealismo de cada uno de estos Uno ha inspirado a
millones de personas.
Los Uno
son personas de acción práctica; desean ser útiles en el mejor sentido de la
palabra.
En algún
plano de la conciencia sienten que tienen que cumplir «una misión» en la vida, aunque
sólo sea para hacer disminuir en lo posible la confusión que ven en su entorno.
Si bien
tienen claros sus propósitos, es característico en ellos que también crean que
deben justificar sus actos ante sí mismos y, muchas veces, también ante los
demás. Esta orientación los hace dedicar muchísimo tiempo a reflexionar sobre
las consecuencias de sus actos, así como a evitar actuar contrariamente a sus
convicciones. Debido a esto, suelen persuadirse de que son personas
«cerebrales», racionales, que sólo actúan apoyadas en la lógica y la verdad objetiva.
Pero el verdadero cuadro es algo diferente: en realidad son activistas que
buscan una razón aceptable que justifique lo que creen que deben hacer. Son
personas de instinto y pasión que emplean la convicción y los juicios para
controlar y dirigir sus actos y a sí mismos.
Esforzándose
por ser fieles a sus principios, se resisten a la influencia de sus impulsos instintivos
y, conscientemente, no ceden a ellos ni los expresan con demasiada libertad. La
consecuencia es un tipo de personalidad que tiene problemas de represión,
resistencia y agresividad. Por lo general, los demás los consideran muy
controlados, incluso rígidos, aunque no es así como se experimentan a sí
mismos. Ellos tienen la impresión de que están sentados sobre un caldero de
pasiones y deseos y que es mejor «mantenerlo tapado», no sea que ellos y todos
los demás tengan que lamentarlo.
Cassandra,
terapeuta que atiende en consulta particular, recuerda las dificultades que le causaba
esto en su juventud: “Recuerdo que en el colegio me decían que no tenía
sentimientos. Por dentro mis sentimientos eran intensos, pero no era capaz de
dejarlos salir con la intensidad con que los sentía. Incluso ahora, si tengo un
conflicto con alguna persona amiga y necesito tratar un problema, ensayo antes
la forma de expresar claramente lo que deseo, necesito y observo, sin ser dura
o acusadora, ya que la rabia me hace ser mordaz”.
Los Uno
creen que ser estrictos consigo mismos (y, finalmente, llegar a ser
«perfectos») los justifica a sus ojos y a los ojos de los demás. Pero al tratar
de crear su propia marca de perfección suelen crear su infierno personal. En
lugar de conformarse con la afirmación del Génesis de que Dios miró lo que
había creado y vio que «era bueno», sienten intensamente que «No, seguro que
hay un error en esto». Esta tendencia les hace difícil fiarse de su orientación
interior, de la vida, en realidad, de modo que llegan a depender fuertemente de
su superyó, una voz aprendida de su infancia, para que los guíe hacia el mayor
bien que buscan con tanta pasión. Cuando están absolutamente cautivos de su
personalidad, distinguen muy poco entre ellos y esa voz serena e implacable. El
crecimiento para los Uno consiste entonces en separarse de esa voz y descubrir
sus verdaderas fuerzas y limitaciones.
Ten
presente, por favor, que la pauta infantil que describimos aquí no es la causa
del tipo de personalidad. Más bien describe las tendencias que observamos en la
primera infancia y que tienen una influencia importante en las relaciones del
tipo en su edad adulta.
LA PAUTA INFANTIL
Los Uno
se esforzaron muchísimo en ser niños buenos; es frecuente oír decir a estas
personas que en su infancia sentían la necesidad de justificar su existencia;
sencillamente, ser niño o niña era en cierto modo inaceptable, y muchos niños
Uno desarrollaron la seriedad y la responsabilidad de los adultos a edad muy
temprana. Comprendieron que sus padres esperaban muchísimo de ellos y, como los
Tres, muchas veces desempeñaron el papel del héroe de la familia. Por lo
general, los niños Uno se toman muy a pecho esas expectativas.
Jeanne,
directora espiritual de una orden religiosa, en Quebec, todavía recuerda lo
apremiada que se sentía para mantener los valores de su familia: “Siempre que
tenía hemorragias nasales, y estas eran frecuentes, mi padre me decía que
seguro que no oraba lo suficiente. Nunca supe cuánto era «suficiente», pero suponía
que más tenía que ser mejor. [...] Mi padre esperaba que orara e intercediera por
él y por toda la familia. No hace falta decir que dedicaba parte de mi tiempo
para asistir diariamente a misa. Tenía una seria misión por la cual rogar: el
bienestar de mi familia podía estar en peligro”.
Por
diversos motivos, estos niños experimentan la sensación de estar
«desconectados» de su figura protectora (que suele ser, aunque no siempre, el
padre biológico). Tener otra figura adulta estable con la que identificarse y
avanzar proporciona al niño la capacidad de dejar de depender de su madre y de
aumentar cada vez más su sentido de individualidad y autonomía. Pero la figura
protectora no cumple bien su papel, el niño Uno percibe una desconexión fundamental;
comprende que su padre, real o simbólico, no se ajusta bien a su temperamento y
a sus necesidades. Esto no significa necesariamente que la figura protectora
sea mala o abusiva, sino que, por el motivo que sea, simplemente no existe un
vínculo fácil.
La
consecuencia es la frustración para el niño o la niña y la impresión de que
él/ella debe hacerse de «padre». En algunos casos, los niños Uno reaccionan a
las condiciones caóticas que los rodean volviéndose superresponsables, conviniéndose
en «la voz de la razón» de sus familias. De ese modo pueden establecer cierto
grado de autonomía y ciertos límites, el interés principal de este tipo.
Justine
es consultora empresarial a la que su dolorosa infancia obligó a desarrollar un
estricto y vigilante conjunto de defensas:
“En mi
familia había muchísimos conflictos, de modo que crecí pensando que debía ponerles
fin o arreglarlos de algún modo. Probablemente eso contribuyó a mi naturaleza
controladora. Mi madre era autoritaria y agresiva, por lo cual no desarrollé buenos
límites; para protegerme, me identifiqué fuertemente con sus comportamientos menos
sanos. Crecí muy crítica y dogmática y a mis hermanas menores las trataba como
nos trataba ella, y era muy mandona y exigente.”
En efecto,
el niño o la niña dicen: «Yo me daré las directrices. Seré mi propia figura
paterna y mi guía moral. Me vigilaré yo para que nadie más me vigile; me
castigaré yo, para que nadie me castigue». Los Uno tratan de superar lo que se
espera de ellos adhiriéndose a las reglas con tanto rigor que nadie pueda
sorprenderlos en error, ganándose así la independencia.
Leo,
próspera consultora empresarial, recuerda las difíciles exigencias de las
adaptaciones de su infancia: “De niña aprendí muy pronto que había una, y sólo
una, manera correcta de hacer las cosas: la de mi padre. Su manera cambiaba a
veces, no era constante. Pero su manera era siempre «la correcta». [...] Así
pues, en reacción a las incoherencias de mi padre, desarrollé una conciencia
que me lanzó a la búsqueda de la manera correcta «verdadera», a la que pudiera
adherirme”.
En cierto
sentido, los Uno creen que necesitan sobrepasar las expectativas de su figura protectora.
Piensan que deben encontrar un conjunto mejor de reglas para ellos: ellos
deciden lo que está bien y lo que está mal. Pero al. hacerlo el niño se siente
culpable por juzgar (e, implícitamente, condenar) a su figura protectora. Para
escapar a ese sentimiento de culpabilidad por su situación, los niños Uno se
construyen una identidad que les permite verse buenos y responsables y a los
demás perezosos, descuidados o, por lo menos, menos correctos y «maduros» que
ellos. Estas auto-justificaciones se convierten en los cimientos de su
identidad y de la pauta emocional que irán reconstruyendo a lo largo de sus
vidas.
LOS SUBTIPOS ALAS
EL UNO CON ALA NUEVE: EL IDEALISTA
Ejemplos: Platón, Gandhi, Sandra Day O’Connor, George
Harrison, Henry David Thoreau, Martha Stewart, Katharine Hepburn, Al Gore,
George F.Will, Noam Chomsky.
Sano. Las personas de este subtipo son
muy perspicaces, juiciosas y civilizadas. Pueden ser académicas y eruditas, y
conservan una postura filosófica y objetiva centrada en intereses de amplio
espectro, el cuadro «grande». Tal vez muestren rasgos de introversión y sean
huraños, y que busquen con frecuencia alivio de «la multitud enloquecida» en
lugares silenciosos y naturales. Son reservadas emocionalmente, pero generosas,
amables y consideradas; por lo general les encanta la naturaleza, los animales
y la inocencia, dondequiera que los encuentren.
Desean
mejorar las cosas, pero con una actitud más dulce, más imparcial que los otros
Uno.
Medio. Idealistas y menos propensas a
meterse en la política y el «trabajo sucio» necesarios para realizar las
reformas de que son partidarias, las personas en la franja media de este subtipo
prefieren explicar sus ideales a convencer personalmente a otros de su bondad.
La rabia que se ve en los Uno es más difícil de detectar en este subtipo que en
el otro, que tiende a expresarse con rigidez, impaciencia y sarcasmo. Prefieren
estar solas; buscan situaciones en las que puedan trabajar solas para evitar
enfrentarse a la decepcionante confusión de las relaciones humanas. Podrían ser
más distantes, poco realistas e impersonales que las del otro subtipo,
posiblemente desdeñosas, elitistas y altivas con sus prójimos.
EL UNO CON ALA DOS: EL
ABOGADO
Ejemplos: Jerry Brown, Hillary Clinton, Celine Dion, John
Bradshaw, Emma Thompson, Jane Fonda, Joan Baez, Vanessa Redgrave, Ralph Nader,
Juan Pablo II.
Sano. Las personas de este subtipo
combinan la búsqueda de ideales y elevados principios con simpatía y
comprensión por los demás. Menos idealistas puros que el otro subtipo, se interesan
de verdad por mejorar la humanidad y están más dispuestas a meterse en las trincheras
y realizar los cambios que defienden. También son más abiertamente apasionados
y comunicativas; disfrutan con el toma y daca de la participación política. Las
personas de este subtipo son persuasivas y se desviven por conseguir que los
demás se interesen por las causas y creencias que ellas exponen.
Medio. Muy activas y extrovertidas, las
personas de la franja media de este subtipo pueden ser muy agresivas y
enérgicas en su esfuerzo por realizar los ideales y reformas que desean. Si bien
se sienten a gusto solas y necesitan mucho tiempo de inactividad para
recargarse y pensar, también les proporciona energía reunirse con otros, sobre
todo para debatir y perfeccionar sus ideas. Esto las hace particularmente
buenas para la política, en cualquier escalafón que trabajen. Las necesidades
de los demás son el centro de su altruismo, mientras piensen que influyen y
hacen algo. Cuando se sienten frustradas, suelen ser muy críticas, irritables y
estentóreas para poner de manifiesto sus descontentos. También son más vehementes
y orientadas a la acción que las del otro subtipo, de modo que es mayor la posibilidad
de que se sientan frustradas por las personas y los acontecimientos.
LAS
VARIANTES INSTINTIVAS
EL INSTINTO DE CONSERVACIÓN EN EL UNO
Autodominio.
En la franja media, los Uno autoconservadores tienden a preocuparse de su bienestar
material, tanto en el aspecto económico como en el de la salud, y suelen
castigarse por no trabajar lo suficiente en ello (como los Seis de la franja
media). El instinto de conservación también les inspira fuertes deseos de
gratificación, pero su superyó tipo Uno puede ser muy estricto en contrarrestar
esos deseos. El conflicto interior resultante es causa de continuado estrés,
tensión física y de una actitud todo o nada respecto a sus placeres y deseos.
Es
posible que se complazcan a sí mismos y sus deseos, o que pasen por periodos de
ascetismo durante los cuales se reprimen cuanto pueden.
A
medida que se identifican con los dictados de su superyó temen cada vez más
cometer
errores,
lo cual sería una catástrofe. Piensan que cualquier acto equivocado sería capaz
de destrozar su bienestar; pueden resultar bastante críticos y exigentes con su
entorno (como Félix Unger en La extraña. pareja). Valoran la limpieza, el
orden, la higiene y la estética, y suelen obsesionarse con la salud y la dieta,
adhiriéndose fielmente a creencias sobre vitaminas, macrobiótica, remedios
homeopáticos, etcétera. Con los demás tienden a ser sobre-protectores respecto
a las cosas que les preocupan de sí mismos. Si temen caer enfermos, reprenden a
los demás por no cuidar su salud; si tienen problemas de dinero, exhortan a los
demás a economizar. En los niveles inferiores, la severidad de sus super-yós
hace que se sientan indignos de cualquier tipo de comodidad o recompensa.
En la franja insana, los Uno auto-conservadores
comienzan a oscilar entre periodos de estricto freno a sus apetitos y periodos
de exceso y vicio. Suelen obsesionarse con asuntos de salud, sobre todo
respecto a la comida; tratan de justificar o anular las violaciones a sus
exigencias dietéticas o de salud; podrían darse un atracón de dulces o beber en
exceso y luego hacer una dieta drástica; a batidos de leche y frituras le
seguirán vitaminas a puñados. Estas personas son propensas a trastornos en el
comer y a prácticas extremas para dominar sus impulsos instintivos, entre ellas
el ascetismo, los ayunos excesivos, los atracones seguidos de purgas, etc.
EL INSTINTO SOCIAL EN EL UNO
El
cruzado. En la franja media, los Uno sociales se creen representantes de
valores objetivos y criterios sociales, y se consideran portavoces de los
demás. Enseñar, abogar y moralizar forman parte del cuadro, pero sobre todo les
interesan los asuntos sociales, las normas o reglas y los procedimientos. Suele
interesarles la política, los asuntos de actualidad y el periodismo, y son
expertos en desvelar la «suciedad», poner al descubierto maldades y denunciar
las injusticias. Por otro lado, trabajarán pacientemente en hacer realidad las reformas
que consideran necesarias: mejorar las escuelas locales, lograr que su
cooperativa participe en tareas de reciclaje, etcétera.
Los Uno
sociales obtienen un vivo sentido de sí mismos manteniendo opiniones y convicciones
firmes y discutiendo para convencer de sus puntos de vista. También valoran estas
cualidades en los demás, aunque cuando es mayor la fijación, esperan que los
demás siempre estén de acuerdo con ellos. Esto puede llevar a cierta rigidez,
tanto de pensamiento como de comportamiento; sus opiniones podrían convertirse
en una frontera, en una armadura contra el mundo. Y puesto que se aplican las
reglas a sí mismos con muchísimo rigor, siempre temen que los sorprendan
contradiciendo sus creencias y opiniones declaradas.
Aunque
insisten en que nadie debe ofenderse por sus críticas y opiniones, ellos sí se
ofenden, y suelen reaccionar a las normas públicas como si fueran afrentas o
triunfos personales.
En la
franja insana, los Uno sociales sostienen criterios y expectativas no realistas
respecto a sí mismos, los demás y la sociedad en general. Es posible que se
adhieran a ideologías políticas extremas o a dogmas religiosos estrictos («el
anarquismo es la única solución para todos los males del país»; «nada de
actividad sexual en el matrimonio a no ser que conduzca directamente a la
concepción»). En los niveles inferiores, podrían lanzarse a despotricar y pronunciar
diatribas, horrorizados por las imperfecciones de la humanidad.
EL INSTINTO SEXUAL EN EL UNO
Valores
comunes. En la franja media los Uno sexuales desean una relación sin mácula con
una pareja idealizada; anhelan la pareja perfecta, fuente inquebrantable de
estabilidad en sus vidas; en este respecto, se podrían confundir con el tipo
Cuatro. Se forman elevadas expectativas de la pareja, la familia y los amigos
íntimos, y en su relación desean creer que la otra persona tiene los mismos
valores («Tenemos los mismos ideales, ¿verdad?»). El temor es que la otra
persona no esté a la altura y destruya así la armonía y perfección de la
relación; esto podría conducir a la idea de que deben acicatear a sus seres
queridos para que estén a la altura de sus valores. También podrían tener
dificultades para encontrar a alguien que satisfaga sus criterios; prueban
monees una relación tras otra, para acabar siempre desilusionados.
Los Uno
sexuales dan una enorme importancia a la fidelidad («El amor es para siempre»).
Aunque no
parecen necesitados, suelen sufrir de un temor al abandono muy bien oculto y
una sensación de soledad crónica. La mezcla de levadas expectativas y del temor
al abandono suele tener como consecuencia una actitud crítica y controladora
hacia la pareja («No me dejes nunca. No me engañes nunca»). En los niveles
inferiores, es posible que estas personas necesiten «vigilar» constantemente
las actividades y paraderos de la otra persona. Piensan que se han ganado una
buena relación, se han ganado el placer y se renten amenazados por la posible
pérdida de sus pocas recompensas. Podrían usar la crítica y el control para
mantener desequilibrada a la otra persona, para minar su seguridad en sí misma,
postergando así el posible abandono.
En la
franja insana, la variante sexual los dota de fuertes deseos y apetitos, pero
esto es difícil de justificar ante su superyó. Tal vez experimentan intensos
deseos que alternan con la necesidad de rechazar esos deseos. Esto podría
conducir tanto a la compulsividad como a la represión sexual («No quiero
sentirme atraída por él»). Al mismo tiempo, podrían creer que el otro es la
causa de sus obsesiones y entonces desean controlarlo para restablecer el
equilibrio de la relación. Los Uno sexuales menos sanos son propensos a
intensos ataques de celos; es tal su temor que no dejan de dudar del otro e
interrogarlo; en los casos extremos, tal vez se castiguen a sí mismos o
castiguen a los demás para purgarse de sus deseos.
LAS DIFICULTADES PARA CRECER DE LOS
UNO
Los
siguientes son problemas que la mayoría de las personas tipo Uno van a
experimentar en algún momento de sus vidas. Observar estos comportamientos,
«sorprendernos en el acto» y simplemente ver nuestras reacciones subyacentes
habituales frente a lo que nos presenta la vida harán mucho por liberarnos de
los aspectos negativos de nuestro tipo.
LA LLAMADA A DESPERTAR PARA EL TIPO
UNO: SENTIDO DE INTENSA OBLIGACIÓN PERSONAL
Las
personas de tipo Uno pueden crecer muchísimo simplemente reconociendo y estando
atentas a su particular llamada a despertar, una fuerte y constante sensación
de obligación personal, comienzan a pensar que de ellas depende arreglar
cualquier lío con que se encuentren («Si no hago esto nadie lo hará»). Además,
están convencidas de que aun en el caso de que otras personas estén dispuestas
a abordar los problemas, no harán un trabajo tan concienzudo como lo harían
ellas. Por lo tanto, tienen una fijación cada vez mayor con corregir, organizar
y controlar su entorno. También se vuelven tensas y serias, concentrándose
automáticamente en lo que está mal
en las cosas.
Expresión Clave SANO
Nivel 1: Aceptador, juicioso.
Abandonan la
creencia de que están en posición de juzgar algo
objetivamente
y son capaces de encarar la vida sin reaccionar de
forma
emocional a ella. Paradójicamente, también logran su deseo
básico: ser
íntegros y ser buenos. A consecuencia de su realización
personal, se
vuelven juiciosos, discernidores, aceptadores,
esperanzados
y, con frecuencia, nobles.
Nivel 2: Evaluador, razonable.
Se centran en
los dictados de su superyó para guiarse en la vida y
defenderse de
aspectos «desordenados». Imagen propia: «Soy sensato, moderado y objetivo».
Nivel 3: De principios, responsable.
Refuerzan su
imagen tratando de vivir en conformidad con su
conciencia y razón. Son muy éticos y
disciplinados, y poseen un
fuerte
sentido de finalidad y convicción. Veraces y elocuentes,
enseñan con el ejemplo, dejando de lado sus
deseos personales en aras del bien mayor.
Expresión Clave MEDIO
Nivel 4: Obligado, esforzado.
Comienzan
a temer que los demás sean indiferentes a sus principios, de modo que desean
convencerlos de la corrección de sus puntos de vista.
Se vuelven serios y enérgicos,
discuten con los demás y
solucionan
problemas, a la vez que evalúan su mundo y señalan lo
que está mal
en las cosas.
Nivel 5: Controlados, ordenado.
Les preocupa
que los demás los condenen debido a alguna
desviación
de sus | ideales. Habiendo defendido sus puntos de vista, se sienten obligados
a vivir a la altura de ellos siempre, por lo cual intentan con todo rigor
organizarse y organizar su mundo. Son
puntuales y metódicos, pero también
irritables y tensos.
Nivel 6: Enjuiciador, critico.
Temen que
los demás les estropeen el orden y el equilibrio que han conseguido, y les
fastidia que no tomen en serio sus ideales. Reaccionan reprochando y
corrigiendo a los demás por no vivir a la altura de sus valores. Son
perfeccionistas, dogmáticos y sarcásticos.
Expresión Clave INSANO
Nivel 7: Farisaico, inflexible.
Temen que sus
ideales estén equivocados, lo cual podría ser cierto.
Para salvar
su imagen, intentan, justificarse y acallar las críticas.
Son de
mente cerrada y no admiten concesiones ni negociaciones en sus posturas. Son
amargados, misántropos y muy santurrones.
Nivel 8: Obsesivo, contradictorio.
Están tan
ansiosos de defenderse de sus deseos e impulsos
irracionales que se obsesionan por esos
aspectos de sí mismos que desean controlar. Comienzan a hacer realidad sus
deseos reprimidos, mientras en público aún los condenan. No pueden evitarlo.
Nivel 9: Condenatorio, punitivo.
Darse cuenta
de que han perdido el dominio de sí mismos y de que
están
haciendo justamente las cosas que no toleran en los demás es demasiado para los
Uno insanos. Tratan de librarse de la causa aparente de sus obsesiones, esté en
sí mismos, en otras personas o en e! entorno, con la posible consecuencia de
auto-mutilación, asesinato o suicidio.
Cuando el
Uno medio comienza a sentirse como si soportara el peso del inundo sobre sus hombros,
es una clara indicación de que está entrando en mi trance característico. Cassandra,
la terapeuta de que hablamos antes, revela lo difícil que ha sido para ella
liberarse de esta tendencia:
“Ser tipo
Uno es sentirse cargada gran parte del tiempo, cargada de la necesidad de hacer
lo correcto en todas las situaciones, de controlar los pensamientos y sentimientos
para que no se manifiesten o, si se manifiestan, expresarlos bien y en la cantidad
«correcta».Todavía me cuesta no sentirme resentida cuando las personas no me
escuchan o, peor aún, cuando llegan a mis mismas conclusiones después de cometer
horrendos errores que las dañan a ellas y a los demás. Aún no he encontrado el
equilibrio en este aspecto.”
RESPONSABILIDAD SOLITARIA
Los Uno
en su franja media se sienten obligados no sólo a «hacer lo correcto», sino también
a compensar la negligencia y estupidez de otras personas. ¿Observas en ti este comportamiento?
Concretamente, ¿en qué situaciones podría ocurrirte esto? Y si ocurre, ¿qué
opiniones tienes de las otras personas? ¿Qué sientes hacia ellas en estos
casos? ¿Y hacía ti mismo?
EL PAPEL SOCIAL: EL EDUCADOR
«Sé cómo se deben hacer las cosas.»
En la
franja media, los Uno comienzan a definirse en el papel social de educador o
profesor, la persona cuya misión es inculcar sabiduría al ignorante, levantar
al caído y enseñar a los demás a hacer algo útil y productivo en sus vidas. Se
sienten impulsados a instruir a los demás sobre la mejor manera de hacer las
cosas, incluso cosas tan sencillas como fregar los platos o doblar el diario
después de leerlo.
Inconscientemente,
el Uno medio se considera un adulto maduro y responsable que se ve rodeado por
niños insensatos y descuidados, y suele comunicar esta actitud de modos sutiles
y no tan sutiles. Por lo general esta postura de superioridad induce a los
demás a resistirse a su ayuda y opiniones, aun en el caso de que estén de
acuerdo con sus principios. Esa resistencia frustra aún más al tipo Uno.
El papel
de profesor induce también al Uno a impacientarse con las reacciones de los
demás; tal vez reconoce que estos se esfuerzan, pero duda de que esos esfuerzos
sean suficientes. Le irrita que la gente pierda tiempo valioso en poner en duda
su manera de hacer las cosas; piensa que debe trabajar horas extras para
compensar el descuido o la pereza de los demás, por lo tanto suele no cuidar
muy bien de sí mismo. En todo caso, a causa de su irritación e impaciencia le
resulta difícil que sus sugerencias no resulten amenazadoras. Por fortuna, justamente
esta característica es un aviso de que se está metiendo en problemas.
Cassandra
ha aprendido a aprovechar la frustración a modo de indicador de que su personalidad
la está atrapando más:
“La
irritabilidad es un indicio seguro de que estoy comenzando a deslizarme hacia
abajo. He comprendido que cuando me pongo irritable hay alguna necesidad no
satisfecha; podría ser algo tan sencillo como la necesidad de comer, o tan
complejo como hablar con un amigo sobre un conflicto no reconocido. Estoy
aprendiendo a no «culparme» por estar irritable, y en lugar de eso dar los
pasos para intervenir antes de que esto se convierta en severidad o depresión”.
TRATAR A LOS ADULTOS COMO A NIÑOS
En el
campo de la psicología conocido como análisis transaccional se han identificado
cuatro modos inconscientes de comunicarse con los demás. Podemos comunicarnos
como adulto a adulto, como niño a adulto, como niño a niño y como adulto a
niño. Las personas tipo Uno suelen generar problemas en sus relaciones
eligiendo la última forma de tratar: adulto a niño. Los psicólogos han
descubierto que este es el modo menos eficaz de comunicarse con los demás.
Observa si, sin darte cuenta, caes en esta forma de tratar.
¿Cómo
reaccionan los demás a esta forma de trato? ¿Cómo te hace sentir? ¿Qué recompensa
obtienes de comunicarte de esta manera?
A medida
que bajan en los niveles insanos, a los Uno les molestan más los criterios y
modos de los demás, los que para ellos son laxos («No entiendo por qué en esta
oficina no todos son tan organizados como yo»; «Es muy sencillo que los niños
tengan ordenadas sus habitaciones»). Lo que al parecer no comprenden es que si
bien sus hatillos y métodos pueden ser eficaces para ellos, podrían no serlo
para otros. Por lo visto, no captan que los demás podrían desear dedicar su
tiempo y energía a otras tareas o proyectos (no a todo el mundo le importa que
los condimentos estén colocados en orden alfabético en el armario).
RABIA, RESENTIMIENTO Y FRUSTRACIÓN
«Todos son unos perezosos e
irresponsables.»
La rabia
de los Uno está dirigida a ellos mismos por no vivir a la altura de sus
ideales, y a los demás por lo que consideran pereza e irresponsabilidad. A
medida que bajan por los niveles insanos, dirigen cada vez más la rabia hacia
los otros, erigiéndose en jueces únicos, que deciden quién y qué está correcto
o equivocado.
(Los
Cinco también «enseñan» centrando la atención en su pericia. Pero los Uno son
personas de acción, mientras que los Cinco suelen estar menos interesados en la
aplicación práctica de sus ideas).
También
se vuelven más irritables porque creen que los demás se desentienden; piensan
que los demás no comparten igual cuota de responsabilidades y se divierten
(«¿Por qué soy yo quien hace todo el trabajo y cargo con la responsabilidad
mientras los demás se divierten por ahí?»).
La rabia, de suyo, no es algo malo; es lo
que surge cuando se presenta algo que no nos gusta o que no deseamos en nuestra
vida; es una manera de resistir un ataque a nuestra integridad, sea física,
moral o espiritual. Cuando se experimenta plenamente (y no se expresa en actos,
ni se reprime ni se «traga»), la rabia es instantánea y de corta duración;
cuando nos permitimos sentirla, sin resistirla, normalmente se eleva como una
ola y recorre nuestro ser en menos de un minuto. Cuando la resistimos o nos
aferramos a ella y la guardamos (por otros motivos estratégicos del ego), se
perpetúa en pensamientos obsesivos, constricción emocional y tensión física.
Aun cuando las formas de pensamiento hayan agotado su curso, la rabia queda almacenada
en el cuerpo, encerrada en la tensión muscular y en comportamientos habituales como
pasearse de un lado a otro, comerse las uñas y hacer rechinar los dientes.
La
persona tipo Uno puede crecer enormemente aprendiendo a sentir su rabia sin
intentar reprimirla ni justificarla. Hablar francamente de ella con personas
importantes puede ser muy sanador y un paso positivo en el aprendizaje de
procesar los resentimientos.
Pero lo
irónico es que la persona Uno no siempre se da cuenta de que siente rabia. Rara
vez la experimenta como rabia, porque, por lo general, su superyó le prohíbe
ser «demasiado emocional». Sentir rabia es descontrolarse, ser menos que
perfecto, de modo que los Uno niegan su rabia con los dientes apretados: «¡No
estoy enfadado! ¡Sólo quiero corregir esto!».
TRABAJO POR EL IDEAL
Los Uno
de la franja media se esfuerzan por conseguir sus ideales, ya que hacerlo
produce que se sientan dignos y les proporciona una manera de acallar las voces
negativas del superyó.
Pero
cuanto más desean el ideal, más frustrados se sienten por la realidad y se les
hace difícil ver lo bueno en las cosas que tienen delante, ya sea en una
relación, el rendimiento de un compañero de trabajo o el comportamiento de un
niño. El espectro del ideal también comienza a eclipsar su rendimiento y la
satisfacción que les procura su trabajo. Todo se les hace más pesado, desde el
trabajo en la oficina a los quehaceres en casa y del trato con los hijos a
escribir cartas, porque deben hacerlo con la mayor perfección posible.
Como
todos los tipos, los Uno tienen una contradicción inherente en el centro de la
estructura de su personalidad. Desean encontrar la integridad, pero el superyó,
con sus constantes auto-críticas, los divide en partes «buenas» y «malas», y así
pierden la integridad que buscan.
En su
interior se desencadenan guerras entre las diferentes facciones de sí mismos,
entre ellos y los demás y entre ellos y el mundo.
Aunque
lleguen al grado de estar a la altura de sus valores, sus super-yós activos
elevan el listón (por definición, un ideal no se puede alcanzar, por lo tanto
los Uno deben redefinir ese ideal y esforzarse más). Esforzarse sin cesar por
la perfección significa exigirse muchísimo, lo que inevitablemente lleva a un
estado de tensión y frustración.
DECEPCIÓN
Observa
cuántas veces al día te sientes decepcionado de ti mismo y de los demás. Usa tu
diario de trabajo interior para llevar la cuenta de esto durante unos días.
¿Contra qué valores o criterios te mides? Pon en tela de juicio y analiza la
naturaleza de estos valores.
Y los efectos que tienen en ti y en
las personas de tu vida.
DETERMINACIÓN Y PROGRESO
«Todo se puede llevar de una manera sensata.»
La
altruista seriedad y el sentido de finalidad de los Uno sanos resultan más
compulsivos si creen que deben esforzarse constantemente por justificar su
existencia. Cuando ocurre esto, la disciplina sana y equilibrada se deteriora,
transformándose en inflexible determinación, incluso en adicción al trabajo, y
a la persona se le hace cada vez más difícil tomarse un descanso: la relajación
o la recreación debe ganarse constantemente. Piensan que tienen poco tiempo
para la frivolidad o la alegría; incluso las vacaciones adquieren un aura de responsabilidad:
no hay que dispersarse demasiado (menos tiempo en la playa, más tiempo en los
museos); el sentimiento de culpa les prohíbe la «ociosidad» (una mente ociosa
es el patio de juego del diablo); entonces creen que pierden el tiempo si no
están mejorando, ellos y su entorno, de alguna manera.
Anna
explica parte de la ansiedad que le ha causado su «determinación»: “Probablemente
no haría vacaciones largas si no fuera por mi marido. Sólo cuando estoy lejos
de casa me doy cuenta de lo mucho que necesito el descanso y el cambio de ambiente;
pero ni en sueños ¡ría a ninguna parte sin llevar por lo menos un libro serio e
instructivo.”
Dado que
el progreso es tan importante para estas personas, también lo son la eficiencia
y trabajar con método, sistema y horario. No paran de desarrollar y perfeccionar
las formas de proceder, buscando los modos más eficientes de hacer las cosas en
la menor cantidad de tiempo. En este sentido son como los Seis, abordan los
problemas con protocolos: organigramas, fórmulas o normas (usar un manual para
dirigir las reuniones, por ejemplo).
Los Seis
prefieren trabajar dentro de parámetros establecidos, y suelen molestarles las sorpresas
o alteraciones al «sistema», según lo entienden. Los Uno, en cambio, se guían
por su propio criterio y es posible que rechacen directrices acordadas pensando
que su método será más eficaz. Les importa menos quiénes están de acuerdo con
ellos o si tienen algún precedente o convención social de su parte.
METAS INALCANZABLES
Cuando
notes que te sientes frenético por algún objetivo que te has fijado, detente y
pregúntate qué es lo que verdaderamente está en juego. ¿Guardan proporción el
grado de frustración que sientes y el problema que tienes entre manos? Presta
especial atención a tu diálogo interior. ¿Qué te dices? ¿A quién tratas de
apaciguar?
TENER LA RAZÓN Y SEÑALAR LOS
PROBLEMAS
«Lo que está bien, está bien, y lo
que está mal, está mal; no hay excepciones.»
Los Uno
han aprendido que para ser amados deben ser buenos y para ser buenos deben
tener la razón. Este comportamiento se manifiesta en forma de una constante
necesidad de señalar los errores o una manera mejor de hacer las cosas. Los que
están en la franja media se sienten impulsados a discutir con los demás sobre
cualquier cosa, desde puntos de vista políticos y religiosos a buenos hábitos
de estudio o a los ejemplos más sublimes de música y arte.
Pese a
que tal vez presenten buenos argumentos, los demás podrían suponer que inconscientemente
tratan de alentar a sus egos mediante estas discusiones, justificándose así de
modos sutiles. Es como si quisieran demostrar su valía a sus superyós («¿Ves lo
mucho que trabajo? ¿Ves como acabo de advertir ese problema? Lo he hecho mejor
que todas esas personas, ¿verdad?»). Un problema añadido es que si bien sus
argumentos son dignos de tenerse en cuenta, comienzan a expresarse de un modo
tan fogoso (incluso agresivo) que los demás no logran captar su mensaje.
Tener la
razón es otro intento de estar del lado bueno del superyó, de identificarse con
él y disminuir así sus ataques y el sufrimiento que esto causa. Pero el coste
de esta estrategia es elevado: genera alejamiento de los demás, tensión y una
enorme falta de conexión con el entorno, tanto interno como externo. Una visión
simplista del bien y el mal, lo correcto y lo equivocado, es un dualismo que
rara vez produce alguna conclusión satisfactoria o soluciones duraderas a los
desacuerdos.
AMPLIAR LA VISIÓN
A modo de ejercicio, adopta una
opinión con la que no suelas identificarte y busca una manera de defenderla
convincentemente. Por ejemplo, si encuentras horrorosos la mayoría de tos
programas de televisión, procura inventar una tesis convincente que exalte las
virtudes de esos programas. Una vez que lo hayas hecho, podrías probar con
temas más delicados, sobre los cuales tienes opiniones más firmes: moralidad,
sexualidad, religión, etcétera.
Como mínimo, comprenderás mejor el
punto de vista de la otra persona, lo que te llevará a una mayor comprensión y
tolerancia. Al principio puede resultarte difícil, pero finalmente descubrirás
que lo disfrutas muchísimo y que este entretenimiento hace mucho para liberarte
de tu superyó.
ORDEN, COHERENCIA Y PUNTUALIDAD
Algunos
Uno son compulsivamente ordenados; otros necesitan programar su tiempo con mucha
meticulosidad, y otros controlar su salud y su dieta con gran atención. A
algunos les importa poco el orden, pero son muy quisquillosos en ciertos
procedimientos en el lugar de trabajo. Al parecer, la preocupación por el orden
aumenta en proporción a la preocupación más profunda de los Uno de la franja
media por cierto desorden interno que sienten en sí mismos.
A estos
Uno les molesta en particular lo que perciben como incoherencia, ya sea en
ellos o en los demás, y por lo tanto tratan de hacer coherente, sensato y
justificable su comportamiento (es como si el niño Uno, dando ejemplo de enorme
coherencia, quisiera instar a un progenitor a ser igual). Esto refuerza aún más
su apego a métodos y comportamientos que han dado resultado en el pasado, y los
ciega a otras soluciones o puntos de vista posibles.
Justine
conoce bastante bien este problema: “Tengo la impresión de que soy muy tensa y
seria; parece que no sé alegrarme. Tengo una especie de necesidad impulsiva de
que todo esté bien y en su lugar, ya sea un acontecimiento, una situación, una
conversación o la disposición de una habitación, un viaje o un taller o
seminario. Suelo ser dura con un profesor u orador si me parece que la
información que da es incompleta. Es difícil someterse al dicho «Despreocúpate y
que sea lo que Dios quiera».Todo tiene que estar bien hecho, al margen de su
importancia o prioridad. Es fácil no tener o perder la perspectiva de lo que
tiene una importancia que merezca la atención y lo que no.”
Es
característico del Uno pensar que dispone de poco tiempo a lo largo del día, o
de su vida, incluso, y que lo necesita todo para cumplir su «misión»; claro
que, como en otras cosas, podría tener algunas ideas útiles sobre cómo
organizar mejor el tiempo, pero cuando se deteriora, la obsesión por la
puntualidad podría ser una causa constante de tensión y estrés.
Estas
personas tienden a reprenderse por llegar mínimamente tarde al trabajo o a una
cita y, sin embargo, no dan ninguna importancia a su disposición a quedarse a
trabajar horas extras para terminar una tarea.
Anne
habló de su rígida puntualidad durante una sesión de terapia de grupo:
“Siempre
que me retraso me da dolor de cabeza, aunque sea una reunión con alguien que
nunca llega a tiempo. Hace unos años, en una terapia de grupo, el terapeuta,
que por lo general deseaba que la gente llegara a la hora, me dio la tarea de
retrasarme entre diez y quince minutos; sabía que no sería capaz de hacerlo.
Cada día elaboro un programa en la cabeza. Noto que me abruma la ansiedad si no
lo estoy haciendo todo según ese programa, hasta que de pronto caigo en la
cuenta de que la mayoría de las cosas podría hacerlas al día siguiente, o, Dios
me libre, podría pedirle a otra persona que las hiciera. Me siento francamente
resentida cuando pienso «Tengo que hacerlo todo aquí», y después me doy cuenta
de que la única persona tan exigente soy yo.”
ORGANIZACIÓN COMPULSIVA
Dedica quince minutos a hacer, en tu
diario de trabajo interior, una lista de los aspectos de tu vida en los que
exiges y esperas orden y control, y otra de los aspectos en que no eres tan exigente.
Sé sincero contigo mismo, ya que en una u otra lista podría haber más cosas de
las que imaginas. ¿Esperas orden de las personas o cosas, en situaciones en
casa o en la oficina? ¿Qué tipo de desorden te molesta más? ¿Cómo se manifiesta
esa molestia?
Al final del ejercicio, haz una
lista en dos columnas de los beneficios y desventajas de intentar ser ordenado
y organizado en los aspectos que has identificado. ¿Son el orden y la previsibilidad
más importantes para ti que las personas y las relaciones? ¿Más que algunas relaciones?
De modo inconsciente y sin intención, ¿te tratas a ti mismo o tratas a otros
como a objetos de máquinas?
AUTODOMINIO
« Tengo que lograr dominarme.»
Los Uno
creen que deben controlarse escrupulosamente para ser coherentes en su interior
y evitar que el entorno los afecte. Entonces deben esforzarse cada vez más en
vencer no sólo la resistencia que encuentran en los demás, sino también la
resistencia que hay en ellos mismos.
Notan que
hay partes de sí mismos a las que no les interesan tanto sus proyectos para progresar.
Y, sin embargo, no vivir a la altura de sus valores los haría presa de intensos
sentimientos de culpa.
En un
plano subconsciente, los Uno de la franja media suelen tener problemas
(culpabilidad, vergüenza, ansiedad) con sus cuerpos y funciones corporales. Se
les ha enseñado que ellos, sus cuerpos, necesidades e instintos naturales son
sucios, algo de lo que hay que avergonzarse.
Tienen
que ser ultra-limpios, ultra-concienzudos y ultra-escrupulosos. En muchas de estas
personas esto se manifiesta en forma de pudor exagerado o de nerviosismo en
asuntos de comida, eliminación y sexualidad. En reacción a la exigencia de
autodominio impuesta por el superego, comienzan a procurarse «salidas», o lo
que nosotros llamamos válvulas de escape. Empiezan a tener comportamientos y
satisfacciones secretos, y se dan permiso para complacerse de modos que
consideren sin riesgos y que puedan racionalizar. Estas válvulas de escape
representan una rebelión parcial contra el superyó, una manera de desahogarse
sin deshacerse de él del todo. Así, el correcto ejecutivo adicto al trabajo
hace viajes secretos a Las Vegas los fines de semana; el pastor que en sus
sermones censura el humanismo impío desarrolla un secreto entusiasmo por la pornografía,
y el activista de los derechos humanos maltrata en privado a su novia o compañera.
IDENTIFICAR LAS VÁLVULAS DE ESCAPE
¿Tienes
válvulas de escape? ¿De qué suponen un escape? ¿Qué te dicen sobre las
prohibiciones de tu superyo?
CRITICAS Y JUICIOS
Un día dedicado a juzgar a otro es
un día penoso. Un día dedicado a juzgarse a uno mismo es un día penoso. BUDA
A medida
que se vuelven mas estrictos consigo mismos y mas implacables con sus errores,
los Uno de la franja media no pueden evitar cavilar sobre sus defectos; algunos
de esos «defectos» son demasiado dolorosos para aceptarlos se reprimen
rápidamente. Comienzan a obsesionarse por otras infracciones de menos
importancia, pues el juez interior crítico, rara vez se toma un descanso en
estos asuntos. Lo único que pueden hacer entonces es esforzarse aun más por ser
«buenos». También es posible que se vuelvan más críticos hacia la los demás.
Si
analizamos la función del juicio en la personalidad, vemos que sirve para
reforzar el sentido de identidad separándonos de aquello que juzgamos. Juzgar
es una de las maneras más potentes que tiene el ser humano para fijar limites y
romper el contacto directo con su experiencia. Cuando nos júzganos, generamos
un estado de guerra interna. Igual que la guerra, juzgar es muy caro por la
energía, el tiempo y el esfuerzo que consume. Al contrario que expandirnos o
liberarnos, juzgarnos nos agota y nos limita.
El yo
esencial es capaz de discernir, de observar las diferencias y tomar decisiones
respecto a lo que hay que hacer; el juicio basado en el ego, en cambio, siempre
lleva una cierta carga emocional negativa. Su función principal es discernir,
pero para crear distancia (o una frontera). El sello distintivo del inicio o la
crítica (a. diferencia del conocimiento esencial) es que divide.
El juicio
del ego también contiene un elemento de «ser mejor que» aquello que se juzga.
Incluso
cuando nos juzgamos algún aspecto concreto, una parte de nosotros dice a la
otra:
«Bueno,
yo soy mejor que eso». Esa posición es paradójica y conflictiva puesto que
¿quién juzga a quién en un mismo ser humano?
Ted es un
carpintero que se enorgullece de su excelente artesanía, pero da cuenta del
coste de sus exigentes valores:
“Sé que a
veces, cuando estoy atrapado en esto, puedo ser bastante severo con la gente.
Lo peor es que por duro que sea con los demás, siempre soy diez veces más duro
conmigo mismo. Cuando me paro a escuchar las cosas que me digo, no me lo puedo
creer. No le hablaría así ni a mi peor enemigo.”
EL COMENTARIO EN DIRECTO
En tu diario de trabajo interior
escribe todos los juicios (buenos y malos) que has hecho de otras personas en
las tres últimas horas. Si acabas de levantarte, escribe todos los juicios que
has hecho desde el momento de despertar. ¿Has hecho juicios sobre las personas
que has oído en la radio o en la televisión, o has visto en tu casa, en el
edificio en el que vives o en la calle al ir al trabajo?
Después haz lo mismo respecto a ti.
¿Cómo te has juzgado en las tres últimas horas? ¿Hay algún tema común en tus
juicios?
EL CRÍTICO INTERIOR Y EL
PERFECCIONISMO
El perfeccionismo es automaltrato de
primer orden. ANN WILSON SCHAEF.
Los Uno
de la franja media son muy sensibles a la crítica.
Esto no es especialmente sorprendente
dada su tendencia a la autocrítica constante: cualquier opinión negativa procedente
de otros puede intimidar mucho. Sienten que al necesitar de toda su fuerza y concentración
para satisfacer las implacables exigencias de su crítico interior, les quedan pocos
recursos para hacer frente incluso el menor asomo de crítica de los demás.
El único
modo como pueden escapar a la autocrítica es ser perfectos. Está claro que esto
es prácticamente imposible, pero de todos modos lo intentan, pues creen que
nada inferior a la perfección será aceptable para ellos, para los demás (que se
decepcionarían si fueran menos) o para sus criterios o valores. Por lo tanto,
piensan que nunca se pueden permitir un día libre, por así decirlo, no sea que
se ensañe con ellos su estricto juez interior.
Morton,
próspero arquitecto, relata su experiencia: “Hace varios años gané un
prestigioso premio de arquitectura otorgado por un jurado internacional. Pero
era el segundo premio, eso me creó un problema; el problema no era no haber
ganado el primer premio porque lo deseara, sino que me fastidiaban los errores
que cometí en mi diseño. Durante días estuve riñéndome y dándole vueltas en la
cabeza, redibujando mentalmente el plano. Estaba tan crítico, negativo y
molesto conmigo mismo que no pude disfrutar por haber ganado el segundo premio.
No está mal para alguien que casi acaba de salir de la facultad, pero supongo
que para mi superyó no era suficiente.”
Por
crítico, destructivo y erosivo de su confianza que sea su crítico interior, los
Uno de la franja media están convencidos de que ese crítico es la única voz de
la razón, su estrella guía que los llevará a la salvación. Les iría muy bien
reconocer que la voz del superyó en realidad les destruye la integridad y los
daña a ellos y a sus relaciones. Pero cuando se han identificado con su crítico
interior, disponen de una sensación de verdadera (aunque temblorosa) seguridad,
y les resulta difícil ponerla en duda o cambiarla, es decir, hasta que no se
dan cuenta de lo destructora que puede ser.
REACCIONAR AL ESTRÉS: EL UNO VA AL
CUATRO
En condiciones
de gran estrés, los Uno de la franja media ansían liberarse de sus cargas y obligaciones
y es posible que se sorprendan inmersos en ensoñaciones y fantasías románticas o
en viajes a lugares exóticos, más o menos como los Cuatro de la franja media.
También podrían sentirse románticos y albergar ansias prohibidas por personas
con las que se han encontrado. Siendo tipo Uno, sin embargo, por lo general son
demasiado inhibidos para declarar sus sentimientos al objeto de su deseo, y más
aún para actuar según esos sentimientos. Si llegan a arriesgarse a insinuar su
interés a la persona de mi fantasía, cualquier rechazo o burla les causa una
profunda vergüenza y una resolución más firme de mantener a raya sus impulsos;
se sienten culpables de irresponsabilidad y se vuelven aún más estrictos consigo
mismos.
La ida al
Cuatro puede considerarse una indicación de su creciente desencanto y
aislamiento. Se sienten incomprendidos, creen que nadie entiende lo mucho que
trabajan, por lo cual de pronto se ponen de mal humor, melancólicos, y se
encierran en sí mismos. Se desmorona su disciplina y su autodominio, y caen en
atormentadores sentimientos de envidia y resentimiento («Todos disfrutan de una
vida mejor que la mía»). Personas Uno normalmente estables pueden entregarse a
inesperadas escenas de dramatismo o se ponen a hacer pucheros o se comportan de
maneras muy afectadas que no están en consonancia con su modo de ser; estallidos
emocionales, mal humor, hostilidad y distanciamiento social podrían formar
parte del cuadro. Si se les pregunta algo sobre esto, aumentarán aún más la
inhibición y el autodominio.
En los
niveles inferiores, la ida al Cuatro lleva a una mayor autocomplacencia y a la disposición
a hacer algunas excepciones a sus normas de conducta; al fin y al cabo nadie ha
trabajado tanto como ellos. ¿Quién puede culparlos por beber unas cuantas copas
o por tener un fogoso romance ilícito? Estos comportamientos no tendrían por
qué ser particularmente perjudiciales, pero dado que estas actividades van en
contra de los dictados del superyó Uno, se convierten en causa de más apremio y
ansiedad. Además, las distracciones que eligen tienden a ser más inmoderadas
que sustentadoras, de modo que es poco el alivio que procuran a su tensión y a
la frustración. A medida que bajan de nivel, el superyó se vuelve tan severo que
inconscientemente podrían buscar formas de escape más destructivas para
contrarrestarlo.
LA BANDERA ROJA: EL UNO EN
DIFICULTADES
Si la
persona tipo Uno ha sufrido una crisis grave sin contar con un buen apoyo o con
habilidades compensatorias, o si en su infancia sufrió malos tratos constantes,
podría cruzar el punto de choque y entrar en los aspectos insanos de su tipo.
Es posible que esto la conduzca al horrible reconocimiento de que sus puntos de
vista, sus posiciones y métodos podrían estar equivocados o, al menos, ser
limitados, defectuosos o exagerados. También podría temer que, dada su
estridencia en expresar sus valores, los demás la consideren despiadadamente responsable
de sus errores. Algunos de estos temores podrían tener base en la realidad.
Estas
conclusiones pueden ser un punto decisivo en la vida del Uno. Si logra ver la
verdad de esos temores, es posible que comience a avanzar hacia la salud y la
liberación. Por otro lado, también podría volverse más farisaico e inflexible
(«Lo que está bien, está bien, y lo que está mal, está mal; no hay
excepciones»; «No están de acuerdo conmigo porque son unos inmorales»).Si esta
actitud persiste, podría entrar en los niveles insanos. Si en ti o en alguna
persona conocida observas las señales de alarma del cuadro durante un periodo
de tiempo prolongado (más de unas cuantas semanas), es muy aconsejable buscar
orientación, terapia u otro tipo de ayuda y apoyo.
SEÑALES DE ALARMA
PATOLOGÍAS POSIBLES:
Trastorno
obsesivo-compulsivo, trastorno de personalidad depresiva; trastornos en el
comer; culpabilidad paralizadora, y comportamientos, autodestructivos.
► Posturas
rígidamente inflexibles.
► Actitud muy
farisaica y crítica.
►
Racionalización y justificación de los propios actos.
► Fuertes
sentimientos de desilusión y depresión.
► Estallidos
de cólera, intolerancia y condena.
► Pensamiento
obsesivo y comportamiento compulsivo.
► Periodos de
autocastigo masoquista.
PRACTICAS QUE CONTRIBUYEN AL DESARROLLO DEL UNO
► Ante todo, familiarízate con tu
superyó, con tu juez interior. Aprende a distinguirlo de tu yo, a reconocer su
«voz» y sus efectos en ti. Presta atención a cómo afecta a tu bienestar y a la relación
con tu ambiente. Comienza a pensar en esa voz autoritaria en tercera persona,
no como en «yo». Ten presente que sólo suena como la voz de Dios.
► Sé consciente de tu tendencia a
trabajar más allá de tus límites. Sin duda los proyectos en que estás inmerso
son importantes, pero no puedes continuar siendo eficiente si no te tomas descansos
o te renuevas. Tu trabajo no sufrirá por esos descansos; de hecho, las
perspectivas nuevas que te van a dar te aportarán formas mejores de realizar tu
trabajo. Déjate tiempo para divertirte. Muchas de tus grandes inspiraciones te
vendrán de la alegría.
► Tiendes a creer que todo recae
sobre tus hombros, y eso puede ser tremendamente estresante. Déjate ayudar por
los demás y comprende que si tal vez sus métodos no estén tan bien pensados
como los tuyos, sus aportaciones podrían mejorar tu perspectiva. También puedes
crearte un espacio para más serenidad en tu vida, poniendo el énfasis positivo
en lo que hacen los demás. Si eres tipo Uno, es probable que las personas de tu
vida sepan que eres capaz de crítica constructiva, y tal vez te pidan que les
des tu opinión sincera. Pero no temas expresarles también tu agradecimiento,
que valoras sus esfuerzos; no van a pensar mal de ti, y puesto que tal vez eres
conocido por tu sinceridad y franqueza, un elogio tuyo significará muchísimo.
► A veces te lleva tiempo advertir
que necesitas algo, sobre todo en el aspecto emocional.
Pero cuando te des cuenta, no dejes
de expresar esa necesidad a los demás. No perderás tu integridad porque los
otros vean que estás apenado o preocupado. Por el contrario, estar abierto y
ser sincero a respecto a las propias vulnerabilidades es un elemento esencial
para desarrollar mayor integridad. Al mismo tiempo, vigila la tendencia a
hablar a los demás en lugar de con ellos. Cuando te sientas frustrado o
molesto, no olvides mirar a los ojos a la otra persona cuando te comuniques con
ella, para que los demás no se te conviertan en abstracciones.
► Comprende que no podrás librarte
de las partes tuyas que no te gustan. En el mejor de los casos, las reprimirás
por un tiempo, pero eso sólo posterga y agranda los problemas. Mientras sostengas
que debes ser de una cierta manera, no podrás estar realmente con quien y con
lo que eres en este momento. Trata de percibir más conscientemente esas partes,
entiéndelas mejor en lugar de intentar cambiarlas. No puedes transformarte a ti
mismo, nadie puede.
Abandona tus proyectos de progreso y
aprende a estar contigo mismo. Eso representa un desafío mucho mayor que tratar
de adecuarte a un concepto idealizado de cómo es una persona buena.
► Aprende a reconocer y a procesar
tu rabia. Cuando no la expresas o cuando simulas que no la sientes, retienes
gran parte de ella en el cuerpo; por eso, cualquier tipo de masaje terapéutico
o trabajo con la energía puede serte muy beneficioso. De modo similar, el yoga
o sencillos ejercicios de estiramiento pueden hacer maravillas por tu bienestar
físico y emocional. También te irá bien prestar atención a la forma en que
sostienes el cuerpo en ciertas posturas, o a cómo empleas más tensión de la
necesaria para realizar incluso tareas sencillas. Cualquier cosa, desde
escribir una carta a conducir un coche se puede hacer con relajación y atención
o con tensión y resistencia.
DESARROLLO DE LAS FUERZAS DEL UNO
Si bien
todos enfrentarnos problemas difíciles, independientemente del tipo al que pertenezcamos,
también poseemos muchas fuerzas, aunque no siempre las reconocemos. Es importante
tener presente que no es necesario adquirir ni añadir estas cualidades
positivas; ya las tenemos, y podemos recurrir a ellas en cualquier momento.
LOS DONES DEL TIPO UNO
Aunque a
ningún tipo le agrada la mentira, los Uno en particular están profundamente motivados
para ser sinceros en todos sus asuntos. Además, limitarse a hablar de
sinceridad no es suficiente; los Uno desean que su mundo y sus obras guarden
coherencia, desean «practicar lo que predican». Engañar a alguien o pretender
que tienen cualidades que no tienen es inconcebible para ellos. Dicen lo que
quieren decir y hacen lo que dicen. Ese tipo de integridad es muy conmovedor y
estimulante para los demás. Es una llamada a la excelencia a las que pocos son
indiferentes.
Jeanne,
la directora espiritual que conocimos anteriormente en este capítulo, explica
el placer que le depara mantener su integridad:
“En mi
calidad de directora de escuela, era mi deber ocuparme de que los niños fueran nuestro
principal centro de atención. Ninguna otra cosa podría suplantar ese deber moral.
Siempre encontraba satisfacción en ser capaz de trascender mis necesidades por el
bien de todos. Hacer lo mejor significaba no tomar atajos ni buscar la salida
fácil de una situación.”
Los Uno
sanos refuerzan su sentido de integridad desarrollando un conjunto de
principios claros según los cuales viven. Importante entre esos principios es
el sentido de equidad, el deseo de que se trate con justicia a los demás. Esos
principios son para ellos la norma objetiva mediante la cual desean evaluar sus
experiencias y tomar medidas juiciosas. Pero los Uno sanos siguen normas
flexibles y siempre están receptivos y dispuestos a mejorarlas.
Además,
no están motivados por ventajas o beneficios personales. Son capaces de dejar
de lado su comodidad y sus compromisos para hacer algo que signifique un
beneficio duradero para todos. Por ejemplo, conociendo el deterioro de las
escuelas de su localidad, podrían votar a favor del pago de un impuesto para
ayudar a su mantenimiento. No hace falta decir que a los
Uno no
les gusta más que a los demás pagar impuestos, pero están dispuestos a
apretarse el cinturón si eso significa un beneficio a largo plazo para su
comunidad. Es probable también que hayan hecho sus estudios sobre el tema y
traten de convencer a otros de los problemas que se presentarían si las
escuelas no mejoraran (y puesto que los Uno sanos son más flexibles en sus posturas,
también son capaces de comunicar sus puntos de vista de un modo que los demás
pueden oír). Sin esa previsión y ese sacrificio, ciertamente el mundo sería un
lugar mucho más pobre. En realidad, en la actual «cultura de lo desechable»,
del consumo masivo, de eslóganes comerciales y de beneficios y pérdidas medidos
en semanas e incluso días, el don de los Uno es más importante que nunca.
Si bien
los Uno sanos se preocupan apasionadamente por los problemas concretos y creen tener
métodos sensatos para enfrentar los problemas que se les presentan, sus
principios, métodos y normas éticas son para guiarse ellos; no pretenden
necesariamente solucionar nada a nadie, y si se ganan a los demás es porque dan
un ejemplo extraordinario, no porque prediquen ni busquen adeptos. Incluso así,
los demás están dispuestos, incluso impacientes, por oír sus opiniones. Además,
dado que aceptan la mayor parte de su propia humanidad y son comprensivos con
las debilidades de los demás, suelen ser muy elocuentes y eficaces para transmitir
la verdad y la sabiduría de sus puntos de vista.
Estas
personas son capaces de hacer realidad muchos de sus objetivos porque mantienen
una disciplina equilibrada. Trabajan mucho y aprovechan bien el tiempo, pero
también saben cuándo decir «basta», cuándo es hora de descansar o divertirse.
Comprenden que una parte importante de su eficacia procede de cuidar bien de sí
mismas, descansar lo suficiente y no trabajar basta desmoronarse. Pero incluso
en sus placeres los Uno tienden a ser selectivos: buscan vacaciones,
diversiones o actividades de ocio que los enriquezcan y sean agradables al mismo
tiempo (a diferencia de los Uno de la franja media, los Uno sanos son también
muy capaces de mostrarse frívolos e incluso, en ocasiones, de hacer tonterías).
Podríamos decir que su autodisciplina se basa en el concepto de «moderación en
todo».
Cassandra
llegó a comprender que más que perfección lo que se necesita es equilibrio:
“He
encontrado al fin una actividad que me gusta de veras: bailar. Ahora bailo con frecuencia
y he descubierto que soy capaz de sumergirme totalmente en esa actividad.
Cuando
bailo aflora un aspecto de mí juguetón, sensual y coqueto, ¡y me encanta! Me da
permiso para expresarme con más plenitud y de modos sanos. Creo que bailar ha creado
un maravilloso contrapeso a la excesiva seriedad de mi tipo Uno.”
En
resumen, a los Uno les interesa muchísimo ser personas buenas y los motiva a
actuar el deseo de hacer algo por los problemas que ven alrededor. Les gustaría
demostrar a los demás que no es necesario conformarse con muchas de las
condiciones horrorosas e injustas del mundo. Igual que los Ocho sanos, creen
firmemente que son capaces de hacer algo para cambiar las cosas y les resulta
difícil dar la espalda a los desafíos. Ya se trate de personas sin hogar, de
corrupción en su profesión, de problemas en el sistema educativo, de asuntos de
salud y dieta o de falta de ética en el comportamiento, están convencidos de
que es posible el cambio y de que ellos desean contribuir a la solución.
Así, los
Uno muy funcionales son un manantial de sabiduría y discernimiento en un mundo ambiguo.
Tienen una capacidad extraordinaria para saber cómo hacer lo que conviene,
sobre todo respecto a los valores morales. Dado sus enormes realismo y
objetividad, son capaces de dejar de lado sus pasiones y preferencias, incluso
sus experiencias pasadas y su educación, para discernir la mejor opción en una
situación dada.
EL CAMINO DE LA INTEGRACIÓN: EL UNO
VA AL SIETE
La sabiduría no trata solamente de
comportamiento moral, sino del «centro», ese lugar desde el cual emanan la
percepción moral y el comportamiento moral. MARCUS BORG
Los Uno
se realizan y se conservan sanos permitiendo que surja espontánea su reacción instintiva
a la vida, como en los Siete sanos. Descubren que pueden permitir que la
realidad les influya sin tener que reaccionar en contra. Esto es
particularmente cierto respecto a su realidad interior: poco a poco aprenden a
relajar la guardia y se sienten más cómodos con cualquier estado en que se
encuentren. También al igual que los Siete sanos, los Uno en proceso de
integración se tornan menos dogmáticos y más receptivos a una variedad más
amplia de posibilidades. Sienten más curiosidad, son más optimistas, tienen más
interés en aprender de las opiniones que difieren de las suyas. Descubren que
en lugar de ser perjudicial, ese enfoque de la vida aporta profundidad y
amplitud a sus puntos de vista. Son más capaces de conectar con las perspectivas
de los demás.
En el
proceso de integrar las cualidades del tipo Siete sano, es posible que se
encuentren con el miedo a descontrolarse. El superyó les lanzará un fuerte
ataque, diciéndoles que si se relajan y se dan permiso para sentirse más libres
y seguros o incluso para aceptarse a sí mismos, se armará una catástrofe. Este
ataque suele manifestarse en forma de miedo a sentir rabia o enfadarse, pues
creen que eso podría conducirlos a realizar actos horribles. Pero si están lo
suficientemente sanos para darse cuenta de sus impulsos, es muy i improbable
que se dejen llevar por ellos y los expresen con hechos. En realidad, es la
falta de percepción consciente y de auto-aceptación lo que lleva a esas
expresiones descontroladas.
Evidentemente,
los Uno no pueden integrarse imitando las cualidades del tipo Siete. No tiene ningún
sentido que se propongan ser más hiperactivos y hedonistas. Lo que necesitan es
reconocer la represión y el sufrimiento inherente a la estructura de su
personalidad. Cuando toman más conciencia de las rigurosas reglas que les
imponen sus superyós y aprenden a distinguir entre ellos y esas «voces»
interiores, comienzan naturalmente a desplegar las cualidades de los Siete
sanos: alegría, entusiasmo, curiosidad e imparcialidad.
TRANSFORMAR LA PERSONALIDAD EN
ESENCIA
La curiosa paradoja es que cuando me
acepto tal como soy, entonces puedo cambiar. CARL ROGERS.
El
desafío para los Uno es hacer la paz en su guerra interna, y eso sólo lo
conseguirán si aceptan todos sus aspectos, tales como son, sin juzgarlos. Todo
lo que forma parte de la naturaleza humana existe con un fin (presumiblemente
por una finalidad divina). Si el ser humano viene con deseos sexuales, deseos
de placer, sentimientos, impulsos irracionales y la capacidad de percibir y
juzgar (bien o mal), no tiene mucho sentido condenarlo, porque así es como está
equipado. Podemos o bien quejarnos al fabricante, por así decirlo, para que nos
haga según otro modelo, o aprender a prosperar y progresar con el que tenemos.
Lo que
verdaderamente buscan los Uno no es juzgar, sino la capacidad de discernir. Discernir
es advertir que las cosas tienen cualidades diferentes. Juzgar, en cambio,
incorpora una reacción emocional que en realidad obstaculiza el discernimiento.
Una cosa es decir que la alfombra es de un color diferente del de la pared;
otra cosa es decir que algo o alguien es mejor, más importante o más justo que
otros. Es decir, un testigo no es lo mismo que un juez.
El
discernimiento nos exige ser testigos.
Observa
que no nos referimos aquí a la ética de una situación ni al relativismo ético,
sino a la capacidad para ver que así como las situaciones y las realidades
cambian, así cambian también lo que se puede esperar como resultado de ellas.
1.a sabiduría nos permite ver la realidad exactamente tal como es, no como
deseamos que sea. La sabiduría no hace caso omiso del bien o el mal, de lo
correcto o equivocado, ni niega que la persona podría haber seguido opciones
mejores o peores. La sabiduría observa las opciones que se han seguido, la situación
en que nos encontramos en este momento, y considera qué sería lo mejor posible para
hacer. La sabiduría siempre ve lo que es verdaderamente necesario y para mejor,
aunque eso sólo puede surgir en el momento presente, naciendo de la ausencia de
valores, opiniones y juicios preconcebidos. Aun en el caso de que nos hayamos
creado una especie de infierno, la sabiduría siempre puede mostrarnos una
salida, si estamos dispuestos a suspender el juicio sobre lo que «deberíamos» hacer o sobre cómo
«debemos» reaccionar. Solamente si no nos obsesionamos por tener la razón o por
hacer lo correcto encontraremos la verdadera justicia, que después de todo es
encontrar el verdadero equilibrio. La palabra clave para sanar los Uno es
aceptación. Esto no significa permisión; significa que si de veras deseamos
estar al servicio del bien, hemos de trabajar con lo que hay.
Para los Uno,
aceptar la realidad es también aceptarse a sí mismos, aprendiendo la cualidad
de permitir, permitir ser a las personas, incluidos ellos mismos. Permitir que
todos aprendan la verdad solos, a su tiempo y a su manera. La aceptación no
reduce nuestra capacidad de discernir ni de tomar decisiones sabias; más bien
aumenta infinitamente esa capacidad.
La
aceptación abre puertas, interiores y exteriores. Las personas responden de
forma instintiva a los Uno precisamente porque estos consiguen que se sientan
comprendidas en sus preocupaciones y aceptadas. Muchas sesiones de doce pasos
acaban con lo que se llama oración por la serenidad. Los Uno que buscan
crecimiento interior harían bien en reflexionar sobre ella:
Señor,
concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor
para cambiar las cosas que sí puedo cambiar, y la sabiduría para distinguir
entre ambas.
EL SURGIR DE LA ESENCIA
En el
fondo, los Uno recuerdan la cualidad esencial de perfección. Saben que, en un
plano profundo, el Universo se está desplegando exactamente como debe (como en
la famosa frase de Julián Norwich: «Todo saldrá bien. Toda suerte de cosas
estará bien»). Este sentido de la perfección tiene relación con la sensación de
totalidad y completud que vemos en los tipos Ocho y Nueve. Los Uno
experimentan esta unicidad perfecta como integridad.
En el
estado de integridad, todas las partes del todo se unen sin solución de
continuidad para crear algo mayor que la suma de sus partes. Sentimos una
profunda paz y una aceptación de la vida, que nos dan la capacidad de saber qué
se necesita exactamente en cada situación y en cada momento; sabemos cuánta
energía exacta necesitamos para realizar una tarea, ya sea limpiar el cristal
de una ventana o comunicar una percepción. Nos movemos y actuamos en la vida
con soltura, casi sin esfuerzo, y realizamos muchísimo más que lo que podemos
hacer con el cuerpo agarrotado de tensión. Nos capacita el conocimiento directo
de que formamos parte del desenvolvimiento perfecto de algo que trasciende todo
lo que hay en la conciencia de nuestro ego.
La
percepción consciente continuada libera una inteligencia muy sabia y perceptiva
que ilumina todo aquello en que ponemos la atención. Cuando los Uno,
aceptándose pacientemente y libres de prejuicios, son capaces de relajarse lo
bastante para reconocer que esta cualidad está y ha estado siempre a su
disposición, se convierten en los verdaderos instrumentos de la voluntad divina
que anhelaban ser.
Del libro "La sabiduría del Eneagrama" de Rizo y Hudson.
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