Resumen
realizado por Fernando String de distintas fuentes, apuntes privados y textos
publicados.
El propósito
principal del eneagrama es descubrir el tipo al que pertenecemos cada uno,
descubriendo así nuestra compulsión para aprender a trabajar sobre ella, a fin
de lograr en definitiva nuestra libertad, sanación y acercamiento a Dios. Es un
viaje de auto-conocimiento.
GEORGE
GURDJIEFF: Rusia 1877. El Cuarto Camino. Conocimiento del maestro perpetuado
hasta nuestros dias. El Eneagrama ingresó en la cultura occidental a través de las
Escuelas de Gurdjieff, quien trabajó con sufíes y otras escuelas tradicionales
de conocimiento esotérico en oriente. Posteriormente fue desarrollado por Oscar
Ichazo, boliviano y fundador del Instituto Arica, estudioso del yoga,
Zen...quien desarrolló una aplicación al estudio psicológico del carácter. Las
enseñanzas de Gurdjieff se entregan en el cuarto nivel de nuestra Orden.
El eneagrama
tiene una larga pero velada historia. Se cree que se originó en Afganistán,
casi hace unos dos mil años; quizás en los primeros años de la influencia
cristiana en Persia, y luego se infiltró en los círculos musulmanes después, de
que esta religión invadiese Asia Central y el Sub-continente de India.
Hasta el presente
siglo ha permanecido estrictamente como una tradición oral y secreta, sólo dada
a conocer a los adeptos del sufismo. Lo que en Occidente se conoce del
Eneagrama tuvo su inicio con George Gurdjieff, si bien no hay una descripción
escrita de dicho trabajo.
A Oscar
Ichazo se le atribuye el conocimiento del eneagrama sufí en círculos
académicos, primero en Chile, de donde es originario y luego en EEUU. Ichazo se
educó en Bolivia y Perú y fue introducido en la tradición sufí del eneagrama
por un hombre cuyo nombre él prefirió no revelar. Algunos años después Ichazo
atrajo la atención de algunos miembros de Esalen (California), entre las que se
encontraban Claudio Naranjo, O`Leary, Helen Palmer y otros prestigiosos
psiquiatras que actualmente enseñan dicho conocimiento. El sistema del
eneagrama fue introducido por primera vez de manera pública en el Curso de
Experiencias Religiosas realizado en 1971 en la Loyola University de Chicago y,
posteriormente, en distintos seminarios y talleres por todo el planeta, en los
que se ha podido constatar experimentalmente la validez de este sistema.
QUÉ ES EL
ENEAGRAMA (Eneas=Nueve)
El modelo del
Eneagrama se aplica para delinear los procesos cosmológicos y el desarrollo de
la consciencia humana. Se trata de un diagrama, de una estrella de nueve
puntas, que puede ser utilizado para trazar el proceso de cualquier
acontecimiento, desde su principio y a través de todas las etapas de progreso
de dicho evento en el mundo material, pero nuestro enfoque es psicológico y
está aplicado al estudio del carácter humano.
El propósito
principal del eneagrama es descubrir el tipo al que pertenecemos cada uno,
descubriendo así nuestra compulsión para aprender a trabajar sobre ella, a fin
de lograr en definitiva nuestra libertad, sanación y acercamiento a Dios. Es un
viaje de auto-conocimiento. La compulsión típica de una personalidad se
experimenta como una fuerza básica que nos conduce como una fijación a
reaccionar de manera irresistible, especialmente cuando permanece escondida,
sin reconocer por nosotros mismos. Todo ello debido a ciertas pautas o mandatos
asimilados e introyectados en nuestra infancia. "Nunca confíes en
nadie". “Si no tomas el poder, lo perdiste”. “Lo más importante es ocultar
los sentimientos”. "No estamos en un mundo perfecto". "Yo no
valgo". "No soy digno de ser amado". "No merezco
amor". Es como la imposibilidad de llegar a ser lo que somos auténtica y
verdaderamente.
El
descubrimiento de esta compulsión supone una ruptura de la estrategia defensiva
cuidadosamente escondida que una persona ha desarrollado para su propia
seguridad y una existencia significativa.
Cuando esta fuerza o compulsión que
nos dirige no ha sido enfrentada directamente, tiene gran influencia en las
decisiones que tomamos sobre los que tenemos o no que hacer, y cómo pensar en
nosotros mismos en relación con los demás.
LOS NUEVE RASGOS, pasiones, defectos o pecados.
Según el
sistema del eneagrama existen nueve tipos de personalidad humana o nueve rasgos
característicos.
Lo que se intenta no es salir de nuestro rasgo principal, sino
observarlo para combatir la automatización de nuestras vidas.
1. LA IRA.
El Perfeccionista-Resentido
El tipo
"uno" es la ira o la cólera, entendida en todas sus variantes y
matices: irritación, frustración, insatisfacción, resentimiento, impaciencia,
desdén, intolerancia, rencor.
El elevado
rigor ético y de comportamiento del 1 con las exigentes expectativas que abriga
respecto de sí mismo y de los demás, le hace percibir enseguida y sufrir la
diferencia existente entre el ideal y la realidad. A pesar de todos sus
esfuerzos y de su incansable trabajo, la realidad y las relaciones siguen
siendo muy imperfectas y dejan mucho qué desear. El 1 aprieta los dientes para
disimular su insatisfacción y enmascarar su ira, que le produce malestar y
disgusto, porque le hace dar una imagen demasiado humana e imperfecta de sí.
Está convencido de que las personas educadas no tienen que airarse jamás y su
insatisfacción se manifiesta y se somatiza en la tensión de su rostro y en el
tono de su voz.
El 1 es una olla
a presión, cuya rabia contenida y controlada, puede manifestarse bajo diversas
formas, tales como:
- La
superioridad: La irritación ante las limitaciones de los demás puede traducirse
en actitudes de superioridad profesional, estética, intelectual, de
comportamiento.
- La crítica:
constante inclinación a detectar instintivamente los errores y los aspectos
negativos de las personas, así como a puntualizar sistemáticamente las cosas
que no funcionan, tanto dentro como fuera.
- El
perfeccionismo: excesiva preocupación por los detalles, debida a su obediencia
a normas y autoridades abstractas, a su obsesión por la mediocridad y a su
impaciencia consigo mismo y con los demás.
- El
moralismo: tendencia a imponer los propios criterios y juicios, adoptando un
tono de sermón y de reprimenda en relación con los comportamientos considerados
erróneos. El moralismo degenera a menudo en actitudes culpabilizadoras.
- El
supercontrol: la tendencia a la rigidez y a la falta de espontaneidad. La
tensión provocada puede dificultar la distensión, perturbar el sueño, complicar
la digestión y originar úlceras, gastritis, etc.
Los “unos”
tienen su salida buena logrando la serenidad del corazón mediante la práctica
de actitudes como las siguientes:
- Educarse en
la afirmación de lo que hay de bueno y positivo en uno mismo y en los demás,
sin atormentarse por lo que sigue siendo incompleto e imperfecto.
- Ser
conscientes de que hay distintos modos de hacer las cosas, sin absolutizar el
propio y menospreciar los de los demás.
- Transformar
la cólera en energía positiva, sin necesidad de juzgarla o de justificarla,
sino canalizándola al servicio de la justicia y de la verdad.
- Tener
paciencia y apreciar los pequeños esfuerzos sin lamentarse por los errores
cometidos o las oportunidades perdidas.
- Aprender a
reírse de uno mismo, desdramatizando los propios desaciertos y relativizando
las angustias.
- Valorar la
importancia de las cosas objetivamente, sin hacer una montaña de un grano de
arena, ni de una pulga un elefante.
- Consolarse
con la idea de que la salvación del mundo no depende de los propios esfuerzos y
confiar en la providencia.
- Convivir creativamente con las propias limitaciones e
imperfecciones. Crítico de sí mismo y de los demás. Convencido de que existe una
sola forma correcta. Se siente éticamente superior. Con frecuencia utiliza
palabras como "debo" o "tengo que".
Los “unos”
evolucionados pueden ser héroes morales con excelente capacidad crítica. Los
“unos” fueron niños buenos, aprendieron a portarse bien, a ser responsables y a
hacer lo correcto. Aprendieron a controlarse con severidad. Trabajadores rectos
independientes y perfectos; perfeccionismo. Están en contra de las cosas como
están. Ellos creen que luchan por mejorar algo. Parecen personas muy justas y
de gran moralidad. Muy poca aceptación del otro. Intentan acomodar a su pareja
a sus expectativas. Son amas de casa "perfectas y pulcras".
Puritanos: son más papistas que el Papa. Tienen voz firme y pronunciado mentón,
la voz muy firme. Corrigen lo que está mal, se fijan en la mancha, no en el
traje. Se dedican a causas benéficas, exigentes y estrictos. Exigen respeto.
Piden JUSTICIA. Miedo a dejarse llevar, a la pasión. Aristócratas ordenados y
limpios. La palabra es CONTROL. Es una no aceptación de la naturaleza. Es
realista, con convicciones fuertes, prejuicioso y rígido. El deber está por
encima del placer. Interés por los reglamentos, por las normas. Tienen la
compulsión de decir "cómo debería de hacerse". Echan mano de la
razón, abogacía innata.
2. EL
ORGULLO. El que da
El pecado
original de los “dos” es el orgullo, que en la tradición cristiana ha sido
considerado a menudo como el más grave de todos los pecados. El “dos” cree
estar animado en su servicio por los más altos motivos y hacerlo todo sin
segundas intenciones. En la práctica, le resulta bastante difícil observarse a
sí mismo interiormente y percibir su subjetivismo. El aparente altruismo de
esta personalidad es la manera legítima que tiene de vivir su propio egoísmo.
En cierto sentido el “dos” está convencido de no tener necesidad de los demás y
de que los demás en cambio si tienen necesidad de él; está convencido de que él
no necesita a Dios, sino que Dios tiene necesidad de su ayuda para salvar al
mundo.
El orgullo,
que impide la capacidad de introspección y la aceptación global, no parcial de
la verdad, puede manifestarse de diversas maneras:
- La
hipervaloración: tendencia a sobrevalorar los propios méritos y a creer que
puede afrontarse cualquier problema contando con las propias capacidades para
administrar las crisis y acudir en auxilio del prójimo. El “dos” tiene una gran
necesidad de sentirse necesario y/o indispensable en la vida de los demás.
- La
hipersensibilidad emotiva: excesiva sensibilidad y ansiedad frente a las críticas
o los indicios de ser rechazado. Cuando se siente herido, el “dos” se cierra en
sí mismo y se hace agresivo. De vez en cuando aparece la envidia como expresión
de su necesidad de mantener dependientes a las personas de su entorno.
- El
hedonismo: búsqueda del placer y de toda clase de gratificaciones, incluidas
las culinarias, para compensar la falta de afecto y de ternura.
- La
seducción: empleo de técnicas, verbales o no, para atraer sobre sí la atención
de las personas que despiertan su interés o admiración.
- La
proyección: método recurrente de atribuir a los demás los propios sentimientos
y necesidades, como justificación para honrarles mediante el propio servicio y
disponibilidad.
La salida
positiva del "orgulloso" consiste en practicar la humildad, que no es
otra cosa que un orgullo sanado y santificado. Verse desnudo es como verse
desnudo delante de un espejo sintiendo gratitud por lo que éste refleja, sin
exagerar orgullosamente los propios sentimientos, imaginándolos mayores de lo
que son y sin minusvalorarse, negándose a aceptar lo que hay.
La humildad
se practica a través de actitudes como las siguientes:
- Aceptar las
propias limitaciones, necesidades y sentimientos,
- Reconocer
que las propias motivaciones, a la hora de ayudar a los demás, están a menudo
mezcladas con exigencias personales de fondo.
- Darse
cuenta de que cuando estalla la cólera o el resentimiento es porque hay
necesidades reprimidas o insatisfechas que piden ser atendidas.
- Aprender a ser uno mismo, más que esforzarse en complacer
a los demás.
- Quererse a
uno mismo independientemente de la utilidad práctica que uno pueda suponer para
el prójimo.
- Dejarse
amar por los demás, sin ceder a la necesidad de comprar o ganarse su afecto con
el propio esfuerzo.
- Alegrarse
cuando las personas se hacen independientes y autosuficientes.
- Encontrar
espacios para estar a solas con uno mismo, como oportunidad para la
profundización interior.
Exige
aprobación y afecto. Busca ser amado y apreciado, volviéndose indispensable para
otra persona. Entregado a satisfacer las necesidades de los demás. Manipulador.
Los “dos”
evolucionados son personas genuinamente consideradas y solícitas.
Los “dos”
poseen una tremenda necesidad de afecto y aprobación. "¿Les pareceré
simpático?" Desean ser amados, protegidos y sentirse importantes en la
vida de los demás. Durante su infancia estas personas obtuvieron amor y
seguridad complaciendo las necesidades de los demás. Por ello son muy
intuitivos para captar la necesidad ajena.
La persona orgullosa
se siente tan maravillosa que no necesita exhibirse, pero su máxima necesidad
es la atención, para lo cual seduce: a cada uno le da lo que quiere. Promete
más de lo que cumple. Le atraen las emociones y las caricias, necesita gente
para abrazar y contactar. Es un dar para recibir, un estar en el otro para que
le hagan caso. Como princesas. Es una niña buena pero puede resultar fatal.
Seduce con total inocencia "Ya sé que soy maravillosa, pero no lo hago
queriendo".
3. LA
VANIDAD. El organizador. Falsificación.
El engaño o
la mentira es el pecado capital del “tres”, una personalidad que busca el éxito
en todo cuanto hace, para lo cual trata de embellecer y manipular la realidad.
El “tres” recurre a un montón de trucos para enmascarar la verdad o para vender
sus propias ideas o productos. Es un maestro del arte de la manipulación, que
emplea, en lugar de la honestidad, porque está convencido de que las mentiras
son un modo de transmitir la verdad, pues considera que es verdadero todo lo
que funciona.
La tendencia
al engaño, más o menos evidente, puede manifestarse de las siguientes formas:
- La
orientación al éxito: el “tres” es instintivo y competitivo por naturaleza, y
no le interesan más que los resultados. Sabe imprimir enseguida la marcha
adecuada para avanzar, tanto en el campo profesional como en el de las
relaciones.
- El arte de
la manipulación: se expresa en su instintiva habilidad para suscitar la
admiración y el favor de los demás, y para exponer sus proyectos de manera
convincente a la hora de conseguir todo tipo de apoyos.
- El
pragmatismo: su filosofía de la vida está orientada a la acción, a posiciones y
estrategias concretas. Para el “tres” es verdadero lo que es práctico, y no
existen verdades objetivas.
- La atracción
sexual: esta personalidad se sirve de sus especiales aptitudes sociales y
comunicativas para despertar la atención y ganarse las simpatías, convencido de
que toda conquista afectiva es un nuevo éxito.
- La
ambigüedad. Tendencia a vivir de dos maneras diferentes: la más visible es la
orientada al exterior, y está hecha de apariencia, de imagen y de adaptación;
la otra tiene que ver con el mundo interior y es más genuina, privada y
protegida.
La salida
buena de los organizadores consiste en integrar la virtud de la verdad, que se
cultiva mediante la práctica de actitudes como las siguientes:
- Ser
transparente y jugar con las cartas boca arriba, sin esconderse detrás de la
profesión, el cargo o la imagen.
- Ser consciente de las máscaras y trucos que se emplean
para manipular al prójimo o a uno mismo.
- Prestar más
atención a los sentimientos y las necesidades del corazón, sin proyectarse
instintivamente en la acción o en los propios proyectos.
- Saber
percibir las diferencias entre la acción y el sentimiento, especialmente en las
relaciones interpersonales.
- Reconocer
la discrepancia existente entre la imagen pública que se quiere dar y el mundo
privado que se quiere esconder.
- No permitir
que la eficacia sea el principal criterio para valorar las situaciones y a las
personas.
- Afrontar
con humildad el misterio de la cruz y el fracaso como senderos hacia la verdad
de las cosas, y aprender a decir "me he equivocado, discúlpame".
Busca ser
amado por su rendimiento y logros. Competitivo. Obsesionado con la imagen de
triunfador y con status comparativo. Maestro de las apariencias. Pueden
aparentar ser más productivos de lo que son en realidad. Confunden su ser real
con la identidad del trabajo. Lo “tres” evolucionados pueden ser líderes
efectivos, buenos presentadores, capitanes de los equipos vencedores.
Los “tres”
fueron niños que recibían premios por sus logros y, puesto que eran amados por
sus logros, aprendieron a reprimir sus propias emociones y a adquirir el rasgo
que les garantizara el amor. La idea era esforzarse mucho para lograr el
reconocimiento, asumir posiciones de liderazgo y ganar, siendo muy importante
evitar el fracaso. Aparentan optimismo y bienestar, abandonando sus emociones y
trabajando para obtener recompensas externas. El trepador, el ejecutivo, la
"supermujer" que a todo llega.
Son muy
activos y evitan el tiempo libre si no les hace escalar u obtener buenos
resultados. Su autoestima depende de su rendimiento. Su vida familiar es de
anuncio: "Viajamos juntos, hablamos mucho con los chicos, jugamos a
tenis". Interpreta la imagen profesional requerida. Competitivos, pasión
por el éxito. Sienten que son sólo lo que aparentan; una mujer puede
identificarse con su bonita forma, su modo de vestir (su máscara). Muy perfecto
pero alienado. "No sé quien soy, pero lograré lo que me proponga".
"Debo ser el mejor para que me tengan en cuenta". Arrogantes,
ambiciosos, entusiastas, enérgicos, dominantes, tipo neutro, controlado, frío
en las emociones, gestos estudiados. Se encuentra mal en soledad, necesita ser
admirada. No pierde las formas, sólo muestra su tristeza en la intimidad.
4. LA
ENVIDIA. El Romántico - La comparación
La envidia,
el pecado capital de los “cuatro” es un sentimiento provocado por el deseo de
tener lo que no está al alcance de uno. Nace de percepción de la carencia de
algo o de alguien. Este sentimiento puede asumir una connotación sexual (el
deseo de mantener relaciones con alguna persona), social (la ambición de
pertenecer a una clase privilegiada o de desempeñar un papel importante),
material (la codicia de bienes físicos, casas, vestidos, alimentos...),
intelectual (la atracción por personas cultas, eruditas y estimulantes).
La envidia
puede manifestarse de las siguientes maneras:
- La pobreza
de la imagen personal: La envidia parte de una insatisfacción por lo que se es
o lo que se tiene; el individuo tiene dificultad para aceptarse y reconciliarse
consigo mismo.
- La
competición: el miedo a encontrarse con alguien que podría resultar más
atractivo e interesante que él lleva al “cuatro” a entablar una competición
para no perder la batalla. La pugna puede situarse en el campo de la imagen,
del vestido, del estilo de la vida, de las armas de seducción empleadas para
conquistar la atención de alguien. . .
- La intensidad
emotiva: para sentirse vivo y especial, el “cuatro” busca todo cuanto es
profundo, hermoso y doloroso, y rechaza la rutina y la vulgaridad.
- El
casamiento con el sufrimiento: el sufrimiento es un aliado porque crea
intensidad de sentimientos, riqueza de vida, sensibilidad exacerbada y mayor
profundidad en el encuentro con los demás. A veces el “cuatro” se desposa con
el sufrimiento, ensimismándose en el papel de víctima o incomprendido.
- La búsqueda de afecto: la superación del sentimiento de
vacío, de soledad y de abandono, se produce mediante la búsqueda de alguien que
le ame de verdad; para conseguir esa relación puede hacerse dependiente del
otro.
La salida de
los "cuatros" consiste en saber descubrir el equilibrio y la armonía
mediante la práctica de actitudes como las siguientes:
- Aceptar
serenamente la insatisfacción de los propios deseos.
- Aprender a
satisfacerse sanando la tensión entre la atracción por lo que no hay y la
repulsión por lo que hay.
- Vivir el
presente, sin dejarse llevar por la nostalgia del pasado ni buscar
compensaciones imaginarias, soñando con un futuro maravilloso.
- No ceder a
la autocomplacencia, sino encauzar las propias energías en acciones
constructivas, desarrollando las propias capacidades sociales.
- Valorar con
serenidad y apertura lo que es único y exclusivo y lo que es normal y
ordinario, tanto dentro como fuera de uno mismo.
- Transformar
las propias heridas en compasión y comprensión para con los sufrimientos de los
demás.
- Recuperar
el equilibrio de la propia vida sentimental.
- Amarse y
aceptarse, aprendiendo a ser buena compañía para uno mismo.
Atraído por
lo inaccesible; el ideal nunca está presente en el aquí y el ahora. Trágico,
triste, artístico, sensible, original; concentrado en el amante ausente, la
pérdida de un amigo.
Los “cuatro”
evolucionados son creativos y pueden ayudar a mitigar el dolor en los demás;
están comprometidos con la belleza y vida apasionada: nacimiento, sexo,
intensidad y muerte.
De su infancia,
los “cuatro” recuerdan el abandono, y como resultado sufren de un sentimiento
de carencia y de pérdida. Se quedan concentrados en el amor perdido, en el amor
imposible. Se deprimen con frecuencia. Algunos lo aceptan de forma fatalista,
permaneciendo en largos períodos de auto-aislamiento: otros luchan contra la
depresión a través de una frenética hiperactividad, si bien los hay que pueden
profundizar en el lado más oscuro de las personas a través del arte. La
melancolía crea una atmósfera de dulce lamento, haciendo que los “cuatro” se
sientan intensamente vivos en estos cambios emocionales.
Se mantienen
a una distancia segura, no muy lejos, para que la nostalgia familiar no se
convierta en desesperación. Tienen miedo a ser nuevamente abandonados. Están en
la comparación. "Aquel tiene algo que a mi me falta". Buscan seres
poderosos para emparejarse, gente protectora. Tienden a despreciar a quien les
ama, ya que sienten: "Qué poco vale esa persona que me aprecia, siendo
como soy tan poco valiosa."
Carencia,
necesidad de ser llenado con algo de fuera. Están en la queja. Rasgos físicos,
marcado entrecejo, falta de volumen corporal, imagen original, cara de bruja.
Atraen el amor necesitando más. "Se echa al suelo para que le
levanten". "Intentos de suicidio para llamar la atención". Nunca
están conformes con su pareja. Intentan ampliar su cultura y conocimientos para
emular a los otros, llegando a ser muy refinados o artísticos. No se conforman
con ser como el otro, además quieren cortarle la cabeza. Hay cierta relación
con las maneras homosexuales. Son celosos "Si me quieren, no valen lo
suficiente”. Críticos y mordaces
5- LA
AVARICIA. El Observador-La Negación
El “cinco”
tiende a retenerlo todo para sí. Tras haber construido con esfuerzo su
patrimonio intelectual y su mundo personal, no está dispuesto a privarse de lo
que tiene o de lo que sabe por miedo a empobrecerse. La avaricia se manifiesta
en distintos contextos: en el ámbito intelectual como tendencia a no comunicar
los propios conocimientos e intuiciones; en el ámbito afectivo, como
inclinación a no compartir los sentimientos y a mantenerse emotivamente
distante; en el ámbito social como resistencia a implicarse y a emplear el
tiempo en cosas superficiales; en el ámbito material, como apego excesivo a las
cosas queridas.
Las modalidades concretas en que puede expresarse la
avaricia son las siguientes:
- La
autonomía: el “cinco” tiene una especial necesidad de exclusividad e
independencia; posee una gran capacidad de supervivencia y manifiesta un estilo
de vida austero.
- Acumular
conocimientos: esta personalidad se distingue por su especial predilección por
ampliar su patrimonio intelectual mediante la reflexión y la discusión, incluso
sobre conceptos abstractos y mediante la lectura de temas interesantes y
estimulantes.
-
Distanciamiento emotivo: esta tendencia se advierte en el limitado nivel de
auto-consciencia emotiva, en la sensación de vulnerabilidad en la relación con
las personas al nivel de los sentimientos y en el miedo a la implicación afectiva
y al consiguiente peligro de dependencia.
- La huida de
los compromisos: el “cinco” se siente incómodo a la hora de asumir compromisos
a largo plazo, porque podrían privarle de la necesaria libertad e
independencia. Puede, por ejemplo, negarse al matrimonio, porque el nacimiento
de los hijos le exigiría emplear un tiempo y unas energías que no está
dispuesto a sustraer a otras esferas vitales de su existencia.
- Dejarlo
para más tarde: Prefiere observar y pensar a actuar, y tiende a diferir la acción
y a renunciar al propio protagonismo.
La salida que
tienen los “cinco” para su crecimiento consiste en cultivar la virtud del
desinterés que se practica mediante actitudes como las siguientes:
- Compartir
los propios conocimientos, sin temor a empobrecerse.
- No dar por
supuesto que la manera de pensar de uno sea superior a la de los demás, sino
ser conscientes de que hay diversos tipos de inteligencias.
- Tomar la
iniciativa de revelar los propios sentimientos para establecer relaciones de
intimidad.
- Implicarse
en la acción y con los demás, a fin de disminuir el propio aislamiento
- Esforzarse
por trabajar en equipo, sin limitarse a confiar en los propios recursos.
- Dejar que
la vida sea maestra, mejor que depender de los propios esquemas mentales de
referencia.
- Mantenerse
en contacto con la propia corporeidad, y encauzar las energías hacia la acción.
Mantiene una
distancia emocional con respecto a los demás. Protege su privacidad; no se
conecta. Se siente agobiado por los compromisos y las necesidades de los demás.
Se aísla de los sentimientos, de las personas y de las cosas.
Los “cinco”
evolucionados pueden poseer excelente poder de decisión, pueden ser grandes
intelectuales y monjes.
Son personas
tímidas, cerradas e introvertidas; les gusta vivir aislados o solos, lejos de
las tensiones emocionales. A menudo desconectan el teléfono y están apartados
de los grupos.
De niños, los
“cinco” se sintieron invadidos, por lo que guardan su espacio y su privacidad.
El mundo exterior es percibido como invasor y peligroso; así que se conforman
con lo poco que tienen antes de arriesgarse a salir de casa. Y lo que tienen es
gran imaginación y gran capacidad de pensamiento. Encontrarán formas de evitar
el contacto. Viven su propia vida como espectadores, intentando no
involucrarse. Sienten gran necesidad de afecto, pero se ven paralizados para
acercarse, por lo que viven desconectados de sus emociones, creando un enlace
mental con el mundo. Son los sabios solitarios.
Avaricia de
Tiempo o de energía (no sólo de dinero). Es un cerrarse para no dar. "Si
doy lo poco que tengo, me quedo sin nada". Se cansa de la vida social pero
en su retiro goza de cada relación con el recuerdo. Se siente carente, retiene
lo que posee. Agrede mediante la retirada del cariño. Prefiere estar libre de
obligaciones, huye del compromiso. Prefiere confiar en sí mismo. Se guarda lo
que siente, no llora fácilmente. Tiene problemas sociales de comportamiento. Se
amuralla para no ser invadido. Sin movimiento, como catatónico. Desconecta del
otro a través del desconectar de sí. Orden intelectual. Inaccesible. Se siente
atrapado por todo.
6. LA COBARDIA. El que duda.
El pecado
radical del “seis” es el miedo, un sentimiento que surge cuando se prevé una
amenaza y que puede deberse a causas externas o internas. La amenaza o la
sensación de peligro puede ser real o imaginaria, y puede guardar relación con
realidades presentes o futuras. El “seis” es un especialista en idear
escenarios catastróficos y es prisionero de sus propias trampas mentales.
Los miedos
que le torturan tienen diversos nombres: miedo al cambio, miedo a equivocarse,
miedo a lo desconocido, miedo a la soledad, miedo a la critica, a la
hostilidad, al engaño o a la traición...
Frente a
estos miedos, encuentra seguridad y refugio en la autoridad externa y en
aquellas instituciones que representan puntos firmes de referencia para su
acción. Los sufíes definieron a la Iglesia Católica como una iglesia
constituida por tipos “seis”; pensaban efectivamente que el sistema romano se
basaba excesivamente en el temor, y que había llevado a muchas personas a tener
miedo de Dios, del clero, de los pecados mortales, de sí mismos y de su propio
cuerpo. Especialmente en el período que precedió al Vaticano II, la Iglesia, a
través de la fidelidad y la obediencia a sus verdades absolutas e
indiscutibles, se presentó como un lugar ideal para las personas inseguras.
El miedo de
los “seis” puede asumir diversas manifestaciones:
- La
incertidumbre crónica: el “seis” vacila, no porque esté confuso acerca de las
tareas que debe realizar, sino porque cuestiona sus propias capacidades. A
menudo carecen de confianza personal, dudan de sí mismas, vacilan a la hora de
tomar decisiones y tienden a recoger constantemente nuevas informaciones para
no correr el peligro de equivocarse.
- La
dependencia: La recuperación de la seguridad personal se produce a través de la
fiel observancia de reglas y normas y la obediencia a la autoridad, mientras
que las situaciones no estructuradas provocan ansiedad.
- La
sospecha: El “seis” no se fía fácilmente de las personas y tiende a dudar de
las intenciones de los demás. Presta atención a dudar de las intenciones de los
demás. Presta atención a los mensajes verbales y no verbales o a los
significados ocultos, desconfía y critica a quien transgrede, y está siempre
atento a prevenir eventuales peligros.
- La
intolerancia ante la ambigüedad: esta personalidad tiene necesidad de claridad,
de llamar a las cosas por su nombre, y no soporta la idea de la ambigüedad; por
eso puede mostrarse rígido e inflexible frente a aspectos o interpretaciones de
la verdad que no coinciden con la suya propia o que le parecen dudosas y
ambivalentes.
- La búsqueda
de amistad: el “seis” evita el peligro de ser rechazado promoviendo una imagen
positiva de si a través de la hospitalidad, la afabilidad y la amabilidad, a
veces pecando de obsequioso o exageradamente fiel.
La salida del
"seis" está en desarrollar la virtud del valor, que puede cultivarse
mediante la práctica de actitudes como las siguientes:
- Consolidad
la propia autoridad interior.
- Aprender a
correr riesgos y a tomar decisiones para ganar confianza en uno mismo.
- Crecer más
en los valores de fondo que en las normas o en las instituciones.
- Privilegiar
la acción, en lugar de obsesionarse con elucubraciones mentales teñidas de
miedos y peligros a menudo imaginarios.
-
Responsabilizarse de las propias opciones y acciones, sin esconderse detrás de
la autoridad.
- Expresar
con claridad las propias ideas, sin dejarse llevar por el miedo o por la duda
frente a las posibles reacciones o críticas.
- Promover la
propia autonomía e independencia, tomando decisiones en sintonía con los
propios valores, aunque puedan contrastar con el parecer de los demás.
- Ser
audaces, no tener miedo a tener valor.
Temeroso, obediente, lleno de dudas. El pensar sustituye al
hacer, teme hacerlo por temor de ser atacado al exponerse. Es leal a la causa,
vacila, se siente perseguido y se rinde cuando le acorralan. Al sentirse
acorralado sale a enfrentar el terror de forma agresiva.
Los “seis”
más trabajados pueden ser excelentes miembros de un equipo, soldados leales y
buenos amigos. Trabajan en una causa de la misma manera que otros trabajan para
su beneficio personal.
Los “seis”,
de jóvenes, recuerdan haber temido a las personas que tenían poder sobre ellas
y haber sido incapaces de actuar por sí mismos. Para aliviar esta inseguridad
tratan de encontrar una figura protectora sólida o ir en contra de la autoridad.
Brindan lealtad a una institución protectora como la Iglesia, una empresa, etc.
Son en extremo leales, encuentran en el grupo su identidad y su seguridad. La
duda, incapacidad para decidir, miedo al castigo. Su vacilación deriva de su
inseguridad.
Son paranoicos,
se sienten vigilados. Son bastante tímidos, depende del subtipo
(“seis”-belleza, “seis”-fuerza o “seis”-conservación). Luchan contra el miedo.
Obedientes con los de arriba, autoritarios con los de abajo. Necesitan apoyarse
en otros, buscan la alianza por temor a la propia indefensión. Tendencia a
controlar sin permitirse el instinto o la intuición. Los hombres “seis”
tuvieron problemas con el padre. Tienen un nivel muy alto de culpa. Una vez
tomada una decisión, aún continúan con la duda. Los “seis”-fuerza necesitan
demostrar su poder en cualquier situación para prever que nadie se les vuelva
en contra, por miedo.
7. LA
GULA. El epicúreo-El escapista
El pecado de
los "siete" es la destemplanza. No se trata sólo de una avidez
limitada a los pecados de la gula, sino de una inclinación general al exceso y
a la inmoderación.
El Peligro
está en idolatrar el placer, un peligro especialmente presente en la actual
sociedad del bienestar, que alimenta la cultura de la gratificación y de la
satisfacción inmediata de deseos y apetitos diversos. El pecado de destemplanza
puede expresarse a nivel cultural, en la necesidad de asistir a cursos, de
vivir nuevas experiencias, de hacer viajes. A nivel físico, en la necesidad de
satisfacer al cuerpo con los placeres de la cocina y del sexo. A nivel social,
en la exigencia de establecer nuevos contactos, conocer a otras personas y
vivir nuevas e interesantes aventuras. Si el “cuatro” tiende a fijarse en sus
carencias, el "siete" considera que nunca ha experimentado lo
suficiente.
La tendencia
a excederse puede manifestarse de las siguientes maneras:
- El
permisivismo: orientación instintiva a satisfacer las propias necesidades,
concediéndose la libertad de obrar de acuerdo con el deseo del momento
- El
narcisismo: amor desmesurado a uno mismo, que puede traducirse en el
exhibicionismo y el protagonismo o en la necesidad de aparecer como superior a
los demás intelectual o socialmente.
- La
seducción: el "siete" puede valerse de su encanto social para
resultar agradable y ganarse la benevolencia, el apoyo y la admiración de los
demás.
- La falta de
perseverancia: el entusiasmo demostrado ante los estímulos y las novedades se
traduce en abandono frente a las dificultades; a menudo los "siete"
escurren el bulto cuando hay que sacrificarse, ser tenaces y seguir adelante.
- La
rebelión: se da en el "siete" una actitud de oposición a la
autoridad, especialmente cuando ésta puede turbar su optimismo o ejercer algún
tipo de control sobre su libertad y su imaginación.
La salida de
los "siete" consiste en interiorizar la virtud de la sobriedad, que
se cultiva mediante la práctica de actitudes como las siguientes:
- Valorar
cada momento con todo lo que de bueno y creativo puede ofrecer.
- Llevar
adelante los compromisos adquiridos, sin buscar evasiones, distracciones o
cambios.
- Escuchar al
que sufre, sin necesidad de pintar las cosas de color de rosa
- Saber
discernir prudentemente las prioridades, sin dejarse llevar por el impulso del
momento.
- No imponer
el propio ritmo ni el propio humor a los demás, sino saber adaptarse a las
circunstancias y a las personas.
- Amar y celebrar la vida y su aspecto gozoso, pero no a
expensas del lado oscuro de la existencia.
- Aceptar la
enfermedad y las cruces cotidianas como aportación a la propia maduración
humana y espiritual.
-
Experimentar el silencio y la reflexión como ocasiones para acceder a lo
profundo de las cosas y no quedarse en la superficie.
Locuaz
seductor, busca el placer, evita el dolor. Gastrónomo, simpático, aventurero
pero evasivo del compromiso y de los límites. Abierto, compañero divertido, no
termina lo que empieza, hace planes pero no los ejecuta. Vende su proyecto pero
embauca a otros para que lo realicen.
Los buenos
“sietes” pueden ser buenos teóricos, renacentistas, elegantes y amables.
Los
"siete" en su infancia eludieron el miedo escapando por medio de las
infinitas posibilidades de la imaginación. Suele haber un padre al que se han
revelado. Se acercan a las personas para tratar de atraerlas y desarmarlas con
su encanto. Adictos a la planificación y a la diversión. Confunden los
proyectos con la realidad, son unos soñadores, unos fantasiosos. No tienen
límites y sienten que la vida tampoco los tiene. Ansia de satisfacción.
Búsqueda del placer, que es una huida del dolor. Complacientes. Capacidad
verbal extrema, charlatanes. Vendedores, embaucadores, tramposos, encantadores;
poder de persuasión. "No hay”. La vida es juego. Son bastante payasos y
les importa la popularidad. Utilizan la astucia, son listos. Son generosos,
nunca renuncian a nada, son dulces. Su lema es "más y . Tipo gozador. Es
narcisista, posee gustos exquisitos y una atracción por las experiencias
cumbre. Rehúsa el compromiso o si lo hace no suele cumplir, y aunque parece
poco fiable suele ser muy responsable en el trabajo y lo hace con gusto.
Es optimista
y siempre ve abiertas futuras posibilidades de éxito.
8. LA
LUJURIA. El mandón
El pecado
original del “ocho” es la arrogancia y/o la lujuria. Ambas tendencias nacen de
la pasionalidad y del exceso.
La lujuria es
el deseo vehemente de placeres carnales. La arrogancia es la pretensión de
estar en la verdad, de imponérsela a los demás o de afirmarla sin amor. Aún
manteniendo abiertas ambas tendencias, tomaremos en consideración especial la
arrogancia como expresión de poder que puede manifestarse de los siguientes
modos.
- El control:
exigencia de dominar las situaciones, vencer en una competición, imponerse en
un enfrentamiento directo, hacer respetar el propio espacio y las propias
opiniones.
- El
predominio de la acción: la identidad de esta personalidad está vinculada a la
acción y a los resultados concretos, con el peligro de descuidar o infravalorar
la importancia de los sentimientos en las relaciones.
- El
sarcasmo: a veces el “ocho” puede recurrir a actitudes punitivas para hacer
valer su superioridad, como el sarcasmo, la ironía, la intimidación y la
humillación.
- La
contestación: frente a las fuerzas que obstaculizan su voluntad y sus
convicciones, el “ocho” puede oponer resistencia rechazando la colaboración,
provocando el conflicto, denunciando la injusticia y asumiendo una actitud
rebelde.
- La
intensidad: la determinación y la aparente seguridad del “ocho” puede
significar falta de sensibilidad a su propio mundo afectivo, inclinación a
enmascarar su vulnerabilidad y falta de respeto para con la dignidad y el valor
del otro.
Lo que deben
aprender los “ocho” es interiorizar la virtud de la sencillez, que se cultiva
mediante la práctica de actitudes como las siguientes:
- Dejar que
el niño que todos llevamos dentro se manifieste y pueda expresarse.
- Aprender a
ser amados y no temidos por los demás.
- Hacerse más capaces de expresar el aspecto tierno y
vulnerable de la propia naturaleza.
- Ser más
atentos y sensibles a los sentimientos propios y a los ajenos, sin tratar de
negarlos o esconderlos.
- Convencerse
de que nadie es autosuficiente, y de que una sana dependencia de los demás es
señal de humanidad y madurez.
- Reconocer
que cada cual tiene su parte de verdad qué ofrecer, y no pretender imponer la
propia.
- Aprender a
adaptarse a las personas y a las situaciones, sin pretender ejercer el control
sobre las cosas.
- Ser
pacientes con el prójimo, reprimiendo el impulso da formular juicios
apresurados y sumarios sobre las personas.
Tiene que
tener el control. Hace demostraciones de fuerza, le encantan las luchas de
poder y los enfrentamientos. Forma de vida excesiva: demasiadas cosas, sexo,
trasnochador, ruidoso. Da la cara por sí mismo y por sus amigos, combativo,
extremadamente protector.
Los “ocho”
evolucionados son excelentes líderes, poderosos. Tratan de proteger a sus
amistades de cualquier peligro.
Los “ocho”
acusan una infancia combativa, donde los fuertes eran los respetados y los
débiles no lo eran. La sólida coraza del “ocho” protege el corazón de un niño
dependiente, prematuramente expuesto a circunstancias adversas. Para protegerse
captan de inmediato las intenciones negativas de los demás. Encuentran su
identidad como justicieros, enorgulleciéndose de su deseo de defender a los
débiles. Su asunto principal es saber quién tiene el poder para ejercer su
propio poder sobre la situación y mantener el control. Si los “ocho” se
encuentran en una posición subordinada, minimizarán el hecho de que la
autoridad posee control sobre su comportamiento y abusarán de los límites y de
la interpretación de las reglas, hasta tener claro cuales serán las consecuencias.
El “ocho” siempre considera que la verdad siempre surge durante una riña. El
“ocho” no permite que se cuestione su propia opinión. En lugar de buscar
alianzas o acuerdos, su estrategia es la total usurpación del poder. El modo de
liberar la sobrecarga de energía que tiene consiste en excederse, crear
problemas, interfiriendo en la vida de sus amistades, excediéndose con la
comida, el sexo o las sustancias.
Intensidad
sin medida; rebeldía. No sienten culpa ni miedo. Primitivos pero no rencor, pena
o vergüenza. Posesivos, celosos, agresivos, competitivos. Llevan la verdad
hasta el escándalo. Gusto por los peligros, temerarios, niegan las normas
sociales; intolerancia a la frustración. Son la pura acción. No piden para no
arriesgarse a una negativa, lo arrebatan. Atropelladores. Rechazan la
autoridad, rompen con todo obstáculo que les impida realizar sus deseos. No
aparecen por los psiquiatras.
9. LA
PEREZA. El mediador
La pereza es
el pecado capital del “nueve”, que tiene el peligro de abandonarse a la
inactividad y dejar para mañana lo que tendría que hacer hoy, o de dejarse
influir por el humor del momento o por las decisiones de los demás. Los pecados
del “nueve” son por "omisión" y tienen que ver con cosas que no se
han hecho, con oportunidades que se han perdido y con cualidades que se han
reprimido y se han mantenido ocultas. Prefieren dejar a otros, evitando los
conflictos y no afrontando los problemas. La pereza puede asumir las siguientes
manifestaciones:
- La
resistencia al cambio: predilección por las cosas habituales y rutinarias,
agresividad pasiva, tendencia a la resignación.
- El olvido
de sí mismo: dificultades para la introspección y para la consciencia de las
propias necesidades, renuncia a los deseos para responder a las expectativas
ajenas; tendencia a desacreditarse, necesidad de pasar inadvertido.
- La
compensación: tendencia a colmar la inercia mediante actividades
compensatorias, como la dependencia del alcohol, de la comida, de la
televisión, de la lectura o de un hobby. Trata de narcotizarse para no
enfrentar las situaciones difíciles
- La
distracción: inclinación a despilfarrar las energías en intereses del momento,
sin objetivos de fondo hacia los que orientar el propio esfuerzo.
- Intensidad a través de las pertenencias: La imagen que el
“nueve” tiene de sí mismo está mediatizada por sus contextos de pertenencia,
como la familia, el ambiente de trabajo o el grupo de amistades, que
contribuyen a definir las funciones y la identidad. Y sobre todo está la
búsqueda de fusión con la pareja para compensar la débil identidad personal.
La salida
para los mediadores está vinculada a la capacidad de desarrollo de la virtud de
la diligencia, que se cultiva mediante la práctica de actitudes como las
siguientes:
- Asumir la
responsabilidad por los dones recibidos, implicándose en la vida y con los
demás.
- Encender el
fuego interior de la motivación y apretar algo más el acelerador.
- Firmar el
propio valor y dignidad, conscientes de que no es posible amar al prójimo sin
amarse a uno mismo.
- Desarrollar
la pasión por la vida, sacando a la luz las propias energías y capacidades.
- Expresar
las opiniones propias y afrontar de manera constructiva los conflictos y las
diferencias, evitando hacer creer a toda costa que todo es paz y armonía.
- Establecer
límites y plazos en la realización de los proyectos, sin perderse en infinitas
distracciones o casas no esenciales.
- Aprender a
centrar la atención tomando la iniciativa, estableciendo prioridades y tomando
decisiones.
Obsesivamente
ambivalente, ve todos los puntos de vista. Conoce las necesidades de los demás
mejor que las propias; agradable, manifiesta la ira en formas indirectas. Los
“nueve” evolucionados pueden ser excelentes pacifistas, consejeros,
negociadores. Los “nueve” fueron niños que se sintieron ignorados durante su
infancia; no se sentían escuchados, y las necesidades de los demás eran más
importantes que las propias. Se adormecieron y olvidaron sus verdaderos deseos,
procurándose pequeñas comodidades y sustitutos para el amor. Aprendieron a
anestesiarse y a olvidarse de sí mismos al darse cuenta de que sus prioridades
probablemente no serían consideradas. Pierden el contacto con lo que quieren al
fusionarse con los deseos de los demás. Tienen dificultad en decir que no y
sienten que al entablar una relación ni siquiera se han preguntado su necesidad
sino la del otro. Se encargan de mantener la paz, de mediar, de estar de
acuerdo con los otros. No discuten nada; enseguida asumen la opinión ajena. Son
lentos, se pierden en los detalles y dan rodeos. No llegan al grano de la
cuestión. Sin embargo, toda esa tolerancia guarda dentro de ellos un volcán de
rabia a punto de erupción. Contienen la ira, pero la expresan como terquedad o
agresión pasiva.
Es un
adormecimiento psíquico; no quieren ver ni trabajarse. Pereza de ser, de sentir
su interior, Pereza a la intensidad. Su depresión es resignada. Excesivo
conformismo. Aspecto sano, como el campesino satisfecho, Sancho Panza. Tapan la
realidad para no enfrentar el dolor. "La vida es simple. No sé por qué la
gente se complica". Ni siquiera se dan cuenta que sufren, están narcotizados. Se suelen evadir a través del hacer cualquier cosa inútil.
Aparentan no tener problemas, si bien van experimentando un empobrecimiento.
Adoptan valores del entorno.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario