El Mito de Sísifo. Según este mito, Sísifo fue condenado a empujar una piedra hasta la cima de una
montaña, únicamente para verla caer de nueva cuenta al inicio de la misma y
repetir el ciclo de empujarla de nuevo y verla caer... y repetir el ciclo infinitamente...
Quizá para la
primera vez pudiese alegarse un "motivo"
para empujar la piedra, pero repetir este acto una y otra vez durante toda
nuestra vida parece cosa de locos, ¿no es así?
Hemos
dado por sentado que algo como el ego existe en forma de imagen psicológica ¿Es
así? ¿Existe algo como la imagen psicológica de uno o solo hemos dado por
sentado que sí existe? O lo que existe ¿es nada mas que el intelecto y jamás
existió ni hubo imagen psicológica alguna?
¿Es el ego el
arrogante, narcisista, vanidoso, celoso, soberbio o lo es el intelecto? ¿El ego
tiene la capacidad de impulsarnos hacia la avaricia, egoísmo, violencia o es el
intelecto? ¿El ego arma y organiza el intelecto o el intelecto arma y organiza
toda concepción que contiene la memoria?
La memoria guarda y
registra, la consciencia se nutre de ello y el intelecto organiza, inventa,
argumenta, opina, discute, transforma, crea, acepta y rechaza absolutamente
todo el contenido que ha sido estudiado, calculado, pensado y cultivado por él,
lo que significa que siempre es el intelecto en movimiento quien tiene la
potestad del pensar.
Damos por sentado que
el ego existe ¿por qué ello es real? o ¿porque otro lo dijo y es cómodo no
cuestionar su inexistencia; incluyendo su condición de ficticio? Esa entidad
psicológica ficticia no existió, no existe, ni existirá. Lo que siempre ha
existido, existe y seguirá existiendo es el intelecto con su pensar sobre el
intelectual que posee el intelecto, o sea, el intelecto crea un proyecto sobre
como debería ser y como se debe comportar su poseedor, lo que significa que no
existe nada independiente del intelecto ni la posibilidad de que el intelecto
cree algo independiente de él como podría ser el ego. No hay creación del
intelecto fuera del intelecto ni independiente de él.
El ego, por lo tanto, es nada mas que: la Excusa
Garantizada y Organizada por el intelecto para que culpen a otro de sus propios
desatinos, ilusiones, deseos, excentricidades, extravagancias, absurdos,
trastornos, celos, vanidades, caprichos, irreflexiones y ridiculeces. A ello lo define como Imagen Psicológica, cuando en
realidad es Imagen Intelectual. No
hay ninguna imagen psicológica que usted pueda encontrar en su interior, pero
si puede encontrar un intelecto desbocado porque fueron heridos los fundamentos
en los cuales sustenta su proyecto filosófico sobre si mismo. No hay imagen
psicológica alguna, sino un bosquejo, un proyecto, un diseño, un croquis y
apuntes filosóficos del pensar, que se sustentan en el deseo futurístico de ser
diferente a lo que se es, de ser perfecto.
Ello no es imagen
psicológica sino que, proyecto intelectual del pensamiento -esquematizado por
el intelecto- creando así una fotocopia especulativa que certifica una imagen
en el espejo teórico de la mente de lo que deberíamos ser.
La teoría sobre lo que
debemos ser, no esta armada ni sustentada por el ego, sino que es armada,
sustentada y esquematizada por el intelecto. Esa imagen no es psicológica si no
intelectual, de forma que el espejo no refleja una imagen psicológica sino una
imagen teórica edificada por el intelecto. Este proyecto teórico-futurístico es
la deformación de lo que somos por el deseo del intelecto de producir al ser
perfecto que el tiene proyectado en sus especulaciones y suposiciones.
El intelecto asentado,
establecido y enajenado sobre su poseedor -o sea, la mente del ser humano-
aliena al pensamiento en función de encontrar la solución a su insatisfacción,
desdicha y desconsuelo, por lo tanto, crea un testaferro que se haga
responsable del infortunio que sembró, de suerte que el ego es una franquicia
que vende el intelecto con la finalidad de evadir los juicios y condenas en su
contra. El intelecto terceriza sus
productos en el ego para que este se haga responsable de la enajenación y
alienación que produce la construcción de una imagen ficticia sobre él mismo,
lo que nos lleva a finiquitar que:
–
El ego es:
–
el intelecto
desechando responsabilidades
–
el intelecto
vendiendo claridad
–
El intelecto
intentando demostrar su honestidad
–
El intelecto
diciéndonos… yo no fui
–
El ego es el
intelecto.
Porque… sin intelecto
no hay ego
La ciencia dice
que el ser humano funciona con una parte muy ínfima del cerebro, lo que revela
lo limitado de nuestro conocimiento y nuestra visión sobre las cosas, el mundo,
el vivir y la vida. Esto también corre el velo sobre la ausencia de una mirada
holística y la consecuente visión fragmentaria y distorsionada de lo que vemos
y analizamos. De manera que, si a esa ínfima porción de cerebro que utilizamos
le agregamos conocimiento falso, nos encontramos en un problema de difícil
solución frente a la necesidad de tener claridad en el pensar para el adecuado
funcionamiento del intelecto en el desarrollo de ese claro pensar.
El intelecto es una de
las funciones de la mente que se ocupa de organizar el pensar. Mucha
información y habilidad sofista, gran intelecto: poca información y poca
habilidad sofista: pequeño intelecto. La diferencia entre el intelecto y la
inteligencia se encuentra en que el intelecto se puede cultivar y la
inteligencia es innata.
Toda idea, concepto,
opinión, deducción, credo, dogma, tesis, criterio, razonamiento, ideología,
doctrina, creencia, convicción es desarrollada, argumentada y aceptada por el
intelecto, de manera que el ego es una mas de las tantas creaciones del
intelecto.
Ego, es un concepto acuñado por el intelecto, puesto que
no hay ego sin intelecto, pero el intelecto existe independientemente de sus
creaciones. El ego no tiene existencia autónoma, ni se encuentra fuera del
intelecto, de forma que el ego no puede ni pensar, ni hacer pensar, ni crear
nada por cuenta propia.
Todo pensar y su
consecuente creación es del intelecto. Toda creación -incluida la artística- es
producida por el intelecto. La única creación artística -que se puede llamar
creación- independiente del intelecto es la producida por la naturaleza: el
viento haciendo dibujos y cuadros con las nubes, los rayos, relámpagos y
truenos haciendo sinfonía, las olas del mar haciendo danza, etc. Todo el arte
humano es reproducido por la memoria y obviamente la creación es de instante en
instante y en ello no hay reproducción, ni repetición, ni calco, ni recuerdo,
ni registro, ni imaginación, hay producción instantánea. Todo el arte humano es
plasmación en el tiempo intelectual [cuadros, poemas, canciones, bailes, etc.]
de una idea o una imagen que vino a la mente.
Los conceptos definidos
y acuñados por el pensar pasan a convertirse en verdad una vez que han sido
aceptados, de esta manera el intelecto crea sobre si mismo una imagen
intelectual del individuo que consiste en lo que debería ser y como debería
ser, lo que significa que no existe ninguna imagen psicológica llamada ego,
sino que una imagen intelectual lisa y llanamente. La imagen intelectual
-creada por el intelecto- es a lo que se denomino como ego, como imagen
psicológica, pero esto es el intelecto endosando su creación a un invento
intelectual hecho a medida de él mismo, lo cual le permite no hacerse cargo de
sus desatinos y desdichas consecuentes.
El intelecto crea una
imagen de si mismo, de su apariencia y la bautiza con el nombre de ego, lo cual
simula ser algo independiente del intelecto, pero innegablemente ninguna
creación nacida de la mente humana es, ni puede ser, independiente del
intelecto, lo que significa que no existe el bautizado independientemente de su
creador.
El intelecto ha creado
los celos, la envidia, la vanidad, el temor, la antipatía, el rencor, la
violencia, la avaricia, el egoísmo, la ambición, los deseos de venganza, el
miedo, lo cual compone el mundo interior de la miseria humana.
Además de cuanta
doctrina, teoría, creencia, ideología, exista en el mundo; y las ha elaborado,
fundado y plasmado desde ese intelecto confuso, conflictivo y miserable, puesto
que para la creación de cualquier producto intelectual no se necesita un
intelecto sin desorden, sin contradicción, sin perturbación, con claridad sobre
si mismo primero. Cualquier intelecto puede desarrollar las más bellas,
altruistas y nobles poesías, canciones, filosofía, ideologías, creencias o
doctrinas… y… ¡luego suicidarse!
La auto-consideración
es el intelecto convenciéndose así mismo que es extraordinario… o una
desgracia. El auto-convencimiento direccionado hacia el triunfalismo, da
nacimiento a quien se alaba a sí mismo como exitoso. Del auto-convencimiento
contrario nace el depresivo, el que se considera a sí mismo como perdedor. Las
auto-consideraciones del intelecto con las herencias culturales forman la personalidad
del individuo, de manera que nuestra personalidad temerosa se la debemos al
intelecto y en ello no juega ningún papel el ego.
Perseguir al ego es
como perseguir a la sombra del criminal y no al criminal que ejecutó el delito.
Por lo menos en el siglo veinte y en este, seguimos persiguiendo a la sombra
creada por el intelecto, lo cual ha permitido exculpar y disculpar al intelecto
de toda la confusión y el conflicto interior que armó en el pensar, en la mente
y como consecuencia de ello en el mundo exterior. No hay intelecto fuera ni
independiente del pensamiento, lo que significa que somos lo que el pensamiento
desarrolló sobre nosotros, o sea, somos nuestro intelecto, nuestro intelecto
somos nosotros mismos.
El intelecto es la
herramienta que organiza el pensar -para bien o mal- de modo que un intelecto y
un pensar desordenado se transforma en anárquico, obsesivo, irrelevante,
vicioso e irreflexivo, lo que significa el consecuente descontento, conflicto y
confusión del intelecto y del pensar y, por lo tanto, del ser humano. Este
descontento es alimentado por el intelecto y el propio descontento alimenta al
intelecto, lo que se transforma en un círculo vicioso. De este circulo vicioso
surge la necesidad de negar dicho descontento y para ello el intelecto hace
germinar una imagen intelectual que se contradice con lo que es, proyectando el
como debería y desearía ser. Esta imagen intelectual la define como imagen
psicológica y la bautiza con el nombre de ego, de manera que transfiere su
responsabilidad a su propia creación.
La invención por parte
del intelecto de cosas que no existen lo encierra y ciega en si mismo puesto
que pasa a considerar que sus invenciones son reales y que en alguna dimensión
son verdaderas, como lo es el yo superior, el yo inferior, el inconciente, el
subconsciente, el ego.
El intelecto no solo ha
creado dioses externos con sus consecuentes libros sagrados y cuanta
especulación se le ocurrió: teologías, doctrinas, ideologías, creencias,
dogmas, adoraciones, culto a la personalidad, etc., sino que -como podemos
apreciar- también ha creado sus dioses internos, a los cuales los presenta como
si tuvieran autonomía, independencia, inconexión, soberanía y libertad de él
mismo.
El intelecto como organizador del pensar tiene la
posibilidad de crear consideraciones, definiciones, conclusiones,
aseveraciones, argumentos y opiniones. El ego ¿no es simplemente una
aseveración volátil, antojadiza y caprichosa del intelecto? ¿No es en realidad
el propio intelecto inventando un impulsor supuestamente ajeno a él que elabora
auto-afirmaciones, auto-indulgencias, auto-compasión y auto-alabanzas? Es obvio
que la fundación y la implantación del ego, exculpa, justifica, atenúa y excusa
al intelecto de toda la miseria interior que crea y que luego justifica como
normal y necesaria.
El intelecto organiza
el pensar -independientemente de que este sea ordenado o desordenado- con el
consecuente discurso que define y defiende sus puntos de vista,
auto-afirmaciones, elucubraciones, auto-compasiones y las subsiguientes
transformaciones de los deseos en necesidad, como así también las coartadas,
alegatos y apologías que intentan justificar como normales las miserias
humanas: ambición, competencia, egoísmo, vanidad, celos, envidia, avaricia,
violencia, venganzas, antipatías, codicias.
Nada en el mundo del
pensar nace, se mueve o surge sin el intelecto. Nada en el mundo del intelecto
nace, se mueve o surge sin el pensar. O sea, no existe intelecto sin el pensar
y no existe pensar sin intelecto.
El ego, por lo tanto, es
la maqueta arquitectónica del intelecto que el pensamiento definió como ente
psicológico, de modo que lo único que existe es el pensar y el intelecto, no el
ego.
El ego no piensa, no se ilusiona, no sueña, no proyecta,
no analiza, en definitiva el ego no es ninguna función de la mente sino un
producto nacida de ella; a la cual el pensar y el intelecto le atribuyen
características, componentes y cualidades indecorosas.
El intelecto proyecta
una imagen interior y la decora con lo que él supone que es la perfección,
luego se propone alcanzar -en el transcurso del vivir- esa perfección, con la
finalidad de ser el súper hombre imaginado. La finalidad de esto es ser
reconocido -lo que se espera que traiga como consecuencia la fama, el éxito y
el consecuente poder-. Pero la imagen no es ajena al pensar ni al intelecto, la
imagen es solo pensamiento e intelecto.
Oler, ver, tocar,
gustar y pensar son funciones de la mente.
Pero
el ego no es ni calidad, ni cualidad, ni función de la mente, de manera que
todo lo que se le endilga es nada más que construcción y responsabilidad del
intelecto lo que significa que no existe nada como el ego.
La concepción de ego
acuñada y hecha popular por la psicología permitió la evasión del intelecto y
del pensamiento como responsables de la criatura frankesteniana que formaron.
Así el pensar y el intelecto pudieron alimentar libremente a su creación con
todo tipo de excentricidades, exitismos, auto-consideraciones,
sobre-valoraciones, vanidades, y auto-exhibicionismos, culpas, condenas,
auto-compasión, además de la búsqueda de status y consideración social, lo que
les permitió descansar libre de toda responsabilidad en la mochila de su propio
invento sin que nadie percibiera que solo
el pensar y el intelecto tienen esta capacidad, por lo tanto, son los únicos
responsables y no su invento llamado de psicológico y resucitado como ego.
El intelecto y el
pensar se afianzan como detractores o alabadores del ego, lo cual les da la
apariencia de existencia ajena a ellos. El ingreso del ego a la escena mental, supuestamente reemplazando la responsabilidad del intelecto y el pensar-
significa la santidad automática de estas dos funciones de la mente en la tarea del narcisismo, de modo que el ego
se convierte en el juguete que permite al intelecto y al pensar ser los
titiriteros de su invento.
De aquí en mas toda
exaltación de si mismo se le endilga al ego, y se considera que ya no es obra
del pensar y el intelecto, como también la imagen creada ya no es una imagen
intelectual sino que pasa a ser una imagen psicológica. Las excentricidades ya
no son ocurrencias del intelecto sino del ego, las auto-alabanzas no son
elogios nacidos del intelecto sino del ego, o sea, se le dió al ego todo tipo
de atribuciones y funciones de la mente que solo son y serán del intelecto y
del pensar. Esto demuestra que el ego es la mayor estafa Madofiana-Intelectual
de toda la historia humana.
El intelecto le dio
características particulares al ego como si ellas no le pertenecieran a él,
permitiéndose la desvinculación absoluta y arbitraria de dichas conductas,
actitudes, apariencias, ademanes, apreciaciones, tácticas, vanidades y miserias.
Una vez que se desvinculó del narcisismo particular que
lo caracteriza, el intelecto no se observó a sí mismo, sino que empezó a analizar,
a cuestionar, a juzgar y a condenar al ego como el absoluto responsable del
narcisismo y las miserias humanas, lo que le permitió la liberación final de
toda responsabilidad vinculada con el conflicto, el sufrimiento, la confusión,
la obsesión y el miedo que él mismo produce. La estafa Madofiana estaba concretada.
El ego al ser el chivo
expiatorio del intelecto y el pensar, ha cumplido la condena de la cual Job se
libero, pero el ego no podrá liberarse jamás porque a pesar de lo que cree el
intelecto y el pensar, ninguno es Dios, por lo tanto, de nada sirve que el ego
deposite en ellos su fe, puesto que dicha condena es la de Sísifo, no la Job.
El consentimiento y el
consecuente beneplácito dado al ego para ascenderlo al trono del si mismo, no
permitió la percepción ni el vislumbre de que este era nada mas que un
testaferro del intelecto. Así, el intelecto siguió elucubrando los argumentos y
justificativos de su narcisismo pero era el ego quien daba la cara como
portador de la vanidad, el exitismo, la victimización, la ambición y el egoísmo
interno. Así se pasó a considerar que el ego era una especie de motor
clandestino que daba arranque al intelecto motivándolo al exhibicionismo, al
exitismo o a la victimización, todo con la finalidad de llamar la atención de
cualquier manera para ser tomado en cuenta.
El beneficiarse con un
testaferro le permite al intelecto tener y crear una visión sobre si mismo como
si fuera independiente de todo ello, a lo cual le saca provecho intentando
convertir las miserias humanas en virtudes y de esa forma no tener que
enfrentarlas, agregándole además la connotación de inherentes al ser humano lo
cual termina por justificar y darle crédito a todo: ambición, celos, orgullo,
vanidad, antipatías, codicias, violencia, competencia, odios, rencores,
egoísmos, avaricias, etc. La consecuencia es… el alimento de la ignorancia.
Es innegable que la
ignorancia obliga al pensar a desarrollar habilidades intelectuales
fundamentadas en todo tipo de sofismas, teorías, parloteos y falacias. Dichas
habilidades permiten disimular la ignorancia con argumentos y razones que
suplantan la verdad de lo que es.
La habilidad de
millones de años creando dioses y demonios, le facilitó al intelecto crear al
ego, el cual debía ser ensalzado para elevar la autoestima, de modo que terminó
construyendo un dios-demonio que se deprimía y que se tenia que estimular para
que renaciera en su exitismo, o sea, se represento a sí mismo. El ego, por lo
tanto, fue el intento del intelecto de esconder sus particulares excentricidades,
auto-alabanzas, rarezas, ridiculeces, trastornos, manías, fantasías y
caprichos, mostrándose como mecanismo neutro que existe como inocente
analizador de los desatinos que produce el ego en el ser humano.
El intelecto no solo
creó el ego sino que además lo alimentó, lo auspició, lo envaneció, le prestó
racionamientos, justificativos, opiniones y argumentos y luego lo crucificó, de
suerte que el intelecto no tiene porque envidiar a Judas.
Las expresiones
exteriores del intelecto son grandilocuentes: obras literarias profanas, libros
sagrados, teorías, doctrinas, ideologías, ha inventado y desarrollado el arte,
las matemáticas, la filosofía, la psicología, las ciencias y etc., pero
interiormente no ha podido darle claridad ni orden al pensar, lo cual ha hecho
del intelecto el creador de cuanta confusión existe en el mundo y en el ser
humano.
El intelecto ha buscado ordenar el anárquico pensar
mediante el dominio, el examen, la supremacía, la revisión, el control, la
censura, la vigilancia, la medida, etc., pero solo ha logrado la dualidad del
pensar y ello ha alimentado y creado más desorden. Esto ha hecho que
el ser humano crea que la mente es solo intelecto, memoria, pensar, más sus
funciones de gustar, oler, ver y oír.
Es obvio que también ha
experimentado los resultados de ese pensar dualista: lucha, confusión, división
y conflicto, los cuales surgieron de especulaciones, suposiciones,
conveniencias, intereses, elucubraciones; elementos con los cuales el intelecto
disfraza la ignorancia con la finalidad de convertirla en coherente.
El intelecto incorpora definitivamente la ignorancia a su
existencia cuando afirma, asevera y convierte en sinónimo a la capacidad de
repetir fielmente la información guardada en la memoria como inteligencia, y
que el conocimiento es a la vez sabiduría y verdad.
Sabemos que toda
información y conocimiento es incompleto, de suerte que creer en el sinónimo
conocimiento igual a sabiduría-verdad; es nada más que la opción que eligen el
intelecto y su consecuente ignorancia, ante el desespero que origina el no
saber. No saber para el intelecto y el pensar, es estar absolutamente
desprotegido, expuesto, vulnerable, lo cual lo convierte en inútil y obviamente
como efecto, ninguna función que cumplir según su auto-consideración.
Ciertamente que
el intelecto solo puede ser ordenado desde y por el silencio, lo que produce
como efecto la claridad en el pensar.
Pero el intelecto que
poseemos está saturado, impregnado y harto de parloteo, murmullo, blablo,
cotorreo, verborragia y cuchicheos de toda índole, calidad, cantidad y clase,
lo cual funciona anárquica-y-mecánicamente lo que es traducido en sueños,
deseos, elucubraciones y las inefables conclusiones. Desde este tipo de mente
nace el ego, la psicología, las ideologías, las teorías, las religiones, la
cultura, las doctrinas, los dogmas, las creencias, la economía, la tradición,
la política. La espiritualidad, de
modo que la pregunta que se impone a continuación es ¿Qué relación tienen todas
y cada una de estas elucubraciones e invenciones del pensar humano con la
verdad?
El ser humano al
conocer solamente el intelecto, la memoria y el pensar como funciones de la
mente se ve obligado ha encasillarse en la única opción posible que le queda:
desarrollar al máximo de su capacidad el intelecto con la finalidad de
suplantar con la cultura, la propaganda, la tradición. la publicidad y el
conocimiento la ausencia que sufre de inteligencia y sabiduría.
El intelecto es el
intelecto y no tiene sucursales, menos cuando las implanta con la finalidad de
suplantarse a sí mismo. Es el intelecto quien ha desarrollado las fantasías,
sueños, ilusiones, deseos, proyecciones, utopías, quimeras, ensueños,
espejismos, delirios, simulaciones y todo tipo de ficciones a las cuales luego
las cataloga de mundo psicológico, cuando en realidad solo existe el mundo
intelectual, no obstante toda la verborragia y la parafernalia verbalística que
usa el intelecto para desarrollar su mundo de ciencia ficción interior. La
psiquis es la capacidad del intelecto de fantasear, el inconciente es la
memoria en reposo, el yo superior es el intelecto alabándose a sí mismo, el yo
inferior es el intelecto degradándose así mismo, o sea, es siempre el intelecto
mirándose en el espejo de la ignorancia que refleja al pensar.
¿Por qué el intelecto inventó al ego? Muy simple…
por culpa. El intelecto fundó la teoría de la creación tanto como la teoría de
la evolución, y ello ha llevado a la humanidad a un callejón sin salida de
ilustrado sectarismo, fanatismo, ceguera y violencia, de modo que esta culpa
incentivó al intelecto a realizar su propio experimento para demostrar que la
teoría unificada de religión y ciencia existe y para ello creó al ego y lo hizo
evolucionar a través de las cualidades narcisistas que él mismo posee, de
suerte que, como podemos ver… solo el intelecto es conflicto pero… ¡creyéndose
Dios!. El ego es nada más que la imagen propia y otra de las elucubraciones
fantasiosas, jactanciosas, vanidosas y presumidas del intelecto.
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