jueves, 15 de noviembre de 2018

Las Limitaciones a la hora de Clasificar a las Personas


Uno de los problemas del Eneagrama es que es muy bueno. Es uno de los pocos sistemas que se ocupa del comportamiento normal y el funcionamiento superior más que de la patología, y condensa una gran cantidad de sabiduría psicológica en un sistema compacto que es relativamente fácil de entender. Si puedes descubrir tu tipo y el de la gente que para ti es importante, tienes con rapidez mucha información acerca de la forma en que te llevarás con esa otra persona. Existe por lo tanto una tendencia natural a colocarnos dentro de una de las nueve casillas, de forma que cada uno pueda adivinar lo que piensa el otro y predecir el modo en que se comportará. Queremos tener a los demás encasillados, porque asi relajamos la tensión de tener que vivir con el misterio de lo desconocido, y porque en Occidente somos adictos a reducir la información a categorías fijas de modo que podamos llevar a cabo predicciones dentro del marco causa-efecto.
El Eneagrama, sin embargo, no es un sistema fijo. Se trata de un modelo de líneas que se entrecruzan que reflejan un movimiento dinámico, en el que cada uno de nosotros tiene el potencial para los nueve tipos, o apunta a ellos, aunque nos identificamos más con los temas del nuestro. La estructura de la estrella de nueve puntos con líneas que se entrecruzan sugiere también que cada tipo posee la capacidad de movimiento entre los puntos. Los nueve puntos se relacionan bien con la tipología psicológica actual y las líneas que se entrecruzan indican relaciones específicas entre distintos tipos que solo ahora empiezan a ser examinadas en la literatura psicológica actual.
Las líneas de intersección también predicen los modos en los que cada punto o tipo altera su comportamiento normal cuando se encuentra sometido al estrés o está en situación segura; por lo que cada punto es en realidad un compuesto de tres grandes aspectos: un aspecto dominante, que identifica la cosmovisión del tipo, y dos aspectos adicionales que describen el comportamiento en terreno seguro o bajo presión.
Además del hecho de que bajo el estrés, o cuando estamos seguros, nos alteramos radicalmente, cada uno se altera en el grado en que se identifica con los problemas que definen a un tipo. Existen días en que estamos tan comprometidos con las preocupaciones que subyacen a nuestra "casilla" particular que no podemos fijar nuestra atención en nada más. Cuando nuestra atención está enganchada a un conjunto particular de preocupaciones que definen nuestro tipo, estamos definitivamente "encasillados". No somos libres.
Cuando no podemos desviar la atención de una preocupación recurrente, cuando perdemos la habilidad de observar de un modo desapasionado nuestro propio comportamiento, entonces estamos bajo el control de nuestros hábitos y hemos perdido la capacidad de elegir.
Pero no siempre estamos esclavizados por nuestra personalidad. A veces podemos desviar nuestra atención para ver la situación desde otra perspectiva. En términos del modelo del Eneagrama, ascendemos en el espectro de la evolución cuando podemos liberarnos de los hábitos que limitan nuestros puntos de vista y ampliamos nuestra consciencia más allá de las preocupaciones que definen nuestro tipo.
Al tipificar a las personas podemos caer en una triste profecía que se autocumple.
Podemos aprender a tipificar a las personas y empezar a tratar a los demás como caricaturas compuestas de una lista de características de tipo, que lo refuercen de un modo muy eficaz. Todos estamos moldeados por el modo en que nos tratan, y todos tendemos a creer lo que los demás ven en nosotros. Muy a menudo empezamos a vernos del modo en que nos ven los demás y adoptar las características para las que se nos ha formado.
Esta es la causa de que afirme que el problema del Eneagrama es que es muy bueno. Es relativamente fácil situar un tipo una vez sabes lo que buscas, en particular si te sientes solidario con el punto de vista de otro tipo. El sistema es tan bueno que he visto gente pretendiendo tener capacidades de videncia puesto que podían tipificar de forma rápida y minuciosa, y en consecuencia conseguir una gran cantidad de información personal detallada sobre alguien que acababan de conocer. Mediante un buen sistema y una actitud equivocada a la hora de establecer tipos, podemos olvidar que el propósito de conocer el tipo de personalidad es aprender a dejarla a un lado con el fin de dedicarse al trabajo real que consiste en encarnar una consciencia superior. Un enfoque estrecho centrado en los tipos reduce el valor y el propósito de un sistema que sugiere que el tipo es un mero trampolín hacia capacidades humanas más elevadas.
El aspecto positivo es que el tipificar no es algo que sirva en el mundo real. No funciona, por poner un ejemplo, que un patrono haga una lista de “adecuados” y “no adecuados” para un trabajo concreto. “Contratar un Cuatro (el Romántico) para trabajar en una galería de arte”, no tiene sentido si el Cuatro no tiene visión para la pintura, incluso si tiene un temperamento muy artístico. “No contratar a un Cinco (el Observador) para un trabajo de relaciones públicas” sería un gran error si el Cinco estuviera cultivando cualidades extravertidas y se esmerara en hacer un buen trabajo. El etiquetar no servirá a un casamentero que desee una fórmula que diga que el Tres es un compañero ideal del Siete, o que los Dos y los Cuatros son amantes incompatibles, pero hacen buenas migas.
Los Doses y los Cuatros pueden haber desarrollado una buena química que no se ajuste a la formula, algo que escapa a lo que ellos, o el casamentero, podría esperar entender.
Tampoco funcionaría juntar un “equipo ideal de trabajo” basado en el hecho de que los Cincos son buenos estrategas, los Treses unos magníficos vendedores, y los Ochos excelentes a la hora de poner en marcha una empresa. El etiquetar y encasillar no funciona, puesto que la gente es mucho más versátil y compleja que todo lo que pueda describir una lista de rasgos de carácter.
¿Por qué preocuparse entonces tanto por un tipo? ¿Si un detallado conjunto de etiquetas no elimina los riesgos a la hora de contratar empleados o escoger pareja, porqué preocuparse por conocer un tipo? La razón para descubrir el propio tipo es construir una relación de trabajo con uno mismo. Puedes basarte en las experiencias de tus semejantes para obtener una guía, y puedes descubrir las condiciones que te permitan desarrollarte en lugar de seguir jugando con tus rasgos neuróticos. La razón más importante para estudiar un tipo no es la de que puedas conocer los rasgos de carácter de otros, sino que puedas amortiguar tu propio sufrimiento.
La segunda razón para estudiar un tipo, es que puedes comprender la forma en que los otros se ven a sí mismos, en lugar de verlos desde tu punto de vista. Esta comprensión de los demás puede ser útil para que los equipos de trabajo sean eficaces, puede otorgar magia al amor, y colaborar en la unión familiar. Aunque no podamos designar ciertos tipos a ciertas categorías de trabajo y esperar que actúen de un modo estereotipado, podemos aprender a ver un proyecto desde el punto de vista de un socio.
Del mismo modo, no podemos escoger pareja partiendo de una lista de rasgos de carácter deseables y esperar que no muestren también los rasgos menos atractivos del tipo. Ni siquiera es lícito que esperemos que la pareja no reaccione paradójicamente a la intimidad al estar tensa o confusa. Lo que podemos asumir es que al prestar atención al modo en que cada tipo se abre al amor, podemos entender este punto de vista y cambiar nuestra actitud en consecuencia.

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