Uno
de los problemas del Eneagrama es que es muy bueno. Es uno de los pocos
sistemas que se ocupa del comportamiento normal y el funcionamiento superior
más que de la patología, y condensa una gran cantidad de sabiduría psicológica
en un sistema compacto que es relativamente fácil de entender. Si puedes
descubrir tu tipo y el de la gente que para ti es importante, tienes con
rapidez mucha información acerca de la forma en que te llevarás con esa otra persona.
Existe por lo tanto una tendencia natural a colocarnos dentro de una de las
nueve casillas, de forma que cada uno pueda adivinar lo que piensa el otro y
predecir el modo en que se comportará. Queremos tener a los demás encasillados,
porque asi relajamos la tensión de tener que vivir con el misterio de
lo desconocido, y porque en Occidente somos adictos a reducir la información a
categorías fijas de modo que podamos llevar a cabo predicciones dentro del
marco causa-efecto.
El
Eneagrama, sin embargo, no es un sistema fijo. Se trata de un modelo de líneas
que se entrecruzan que reflejan un movimiento dinámico, en el que cada uno de
nosotros tiene el potencial para los nueve tipos, o apunta a ellos, aunque nos
identificamos más con los temas del nuestro. La estructura de la estrella de
nueve puntos con líneas que se entrecruzan sugiere también que cada tipo posee
la capacidad de movimiento entre los puntos. Los nueve puntos se relacionan
bien con la tipología psicológica actual y las líneas que
se entrecruzan indican relaciones específicas entre distintos tipos que solo
ahora empiezan a ser examinadas en la literatura psicológica actual.
Las
líneas de intersección también predicen los modos en los que cada punto o tipo
altera su comportamiento normal cuando se encuentra sometido al estrés o está
en situación segura; por lo que cada punto es en realidad un compuesto de tres
grandes aspectos: un aspecto dominante, que identifica la cosmovisión del tipo,
y dos aspectos adicionales que describen el comportamiento en terreno seguro o
bajo presión.
Además
del hecho de que bajo el estrés, o cuando estamos seguros, nos alteramos
radicalmente, cada uno se altera en el grado en que se identifica con los
problemas que definen a un tipo. Existen días en que estamos tan comprometidos
con las preocupaciones que subyacen a nuestra "casilla" particular
que no podemos fijar nuestra atención en nada más. Cuando nuestra atención está
enganchada a un conjunto particular de preocupaciones que definen nuestro tipo,
estamos definitivamente "encasillados". No somos libres.
Cuando
no podemos desviar la atención de una preocupación recurrente, cuando perdemos
la habilidad de observar de un modo desapasionado nuestro propio
comportamiento, entonces estamos bajo el control de nuestros hábitos y hemos
perdido la capacidad de elegir.
Pero
no siempre estamos esclavizados por nuestra personalidad. A veces podemos
desviar nuestra atención para ver la situación desde otra perspectiva. En
términos del modelo del Eneagrama, ascendemos en el espectro de la evolución
cuando podemos liberarnos de los hábitos que limitan nuestros puntos de vista y
ampliamos nuestra consciencia más allá de las preocupaciones que definen
nuestro tipo.
Al
tipificar a las personas podemos caer en una triste profecía que se autocumple.
Podemos
aprender a tipificar a las personas y empezar a tratar a los demás como
caricaturas compuestas de una lista de características de tipo, que lo
refuercen de un modo muy eficaz. Todos estamos moldeados por el modo en que nos
tratan, y todos tendemos a creer lo que los demás ven en nosotros. Muy a menudo
empezamos a vernos del modo en que nos ven los demás y adoptar las
características para las que se nos ha formado.
Esta
es la causa de que afirme que el problema del Eneagrama es que es muy bueno. Es
relativamente fácil situar un tipo una vez sabes lo que buscas, en particular
si te sientes solidario con el punto de vista de otro tipo. El sistema es tan
bueno que he visto gente pretendiendo tener capacidades de videncia puesto que
podían tipificar de forma rápida y minuciosa, y en consecuencia conseguir una
gran cantidad de información personal detallada sobre alguien que acababan de
conocer. Mediante un buen sistema y una actitud equivocada a la hora de
establecer tipos, podemos olvidar que el propósito de conocer el tipo de
personalidad es aprender a dejarla a un lado con el fin de dedicarse al trabajo
real que consiste en encarnar una consciencia superior. Un enfoque estrecho
centrado en los tipos reduce el valor y el propósito de un sistema que sugiere
que el tipo es un mero trampolín hacia capacidades humanas más elevadas.
El
aspecto positivo es que el tipificar no es algo que sirva en el mundo real. No
funciona, por poner un ejemplo, que un patrono haga una lista de “adecuados” y
“no adecuados” para un trabajo concreto. “Contratar un Cuatro (el Romántico)
para trabajar en una galería de arte”, no tiene sentido si el Cuatro no tiene
visión para la pintura, incluso si tiene un temperamento muy artístico. “No
contratar a un Cinco (el Observador) para un trabajo de relaciones públicas”
sería un gran error si el Cinco estuviera cultivando cualidades extravertidas y
se esmerara en hacer un buen trabajo. El etiquetar no servirá a un casamentero
que desee una fórmula que diga que el Tres es un compañero ideal del Siete, o
que los Dos y los Cuatros son amantes incompatibles, pero hacen buenas migas.
Los
Doses y los Cuatros pueden haber desarrollado una buena química que no se
ajuste a la formula, algo que escapa a lo que ellos, o el casamentero, podría
esperar entender.
Tampoco
funcionaría juntar un “equipo ideal de trabajo” basado en el hecho de que los
Cincos son buenos estrategas, los Treses unos magníficos vendedores, y los
Ochos excelentes a la hora de poner en marcha una empresa. El etiquetar y
encasillar no funciona, puesto que la gente es mucho más versátil y compleja
que todo lo que pueda describir una lista de rasgos de carácter.
¿Por
qué preocuparse entonces tanto por un tipo? ¿Si un detallado conjunto de
etiquetas no elimina los riesgos a la hora de contratar empleados o escoger
pareja, porqué preocuparse por conocer un tipo? La razón para descubrir el
propio tipo es construir una relación de trabajo con uno mismo. Puedes basarte
en las experiencias de tus semejantes para obtener una guía, y puedes descubrir
las condiciones que te permitan desarrollarte en lugar de seguir jugando con
tus rasgos neuróticos. La razón más importante para estudiar un tipo no es la
de que puedas conocer los rasgos de carácter de otros, sino que puedas amortiguar
tu propio sufrimiento.
La
segunda razón para estudiar un tipo, es que puedes comprender la forma en que
los otros se ven a sí mismos, en lugar de verlos desde tu punto de vista. Esta
comprensión de los demás puede ser útil para que los equipos de trabajo sean
eficaces, puede otorgar magia al amor, y colaborar en la unión familiar. Aunque
no podamos designar ciertos tipos a ciertas categorías de trabajo y esperar que
actúen de un modo estereotipado, podemos aprender a ver un proyecto desde el
punto de vista de un socio.
Del
mismo modo, no podemos escoger pareja partiendo de una lista de rasgos de
carácter deseables y esperar que no muestren también los rasgos menos
atractivos del tipo. Ni siquiera es lícito que esperemos que la pareja no
reaccione paradójicamente a la intimidad al estar tensa o confusa. Lo que
podemos asumir es que al prestar atención al modo en que cada tipo se abre al
amor, podemos entender este punto de vista y cambiar nuestra actitud en
consecuencia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario