La
autoobservación es una práctica básica de vida interior que está presente en
distintas disciplinas tradicionales. La práctica consiste en centrar la
atención interiormente y en aprender a ser consciente de los pensamientos y
otros "objetos de la atención" que surgen dentro de uno mismo.
Existen distintos modos de enfocar esta práctica, pero la experiencia inicial
es siempre la de reconocer los patrones mecánicos habituales y la pertinaz
insistencia con la que ciertas preocupaciones se producen en la mente. El hecho
de que puedas observar y hablar con tus propios hábitos de pensamiento y
sentimientos desde
el punto de vista de un observador desapegado ayuda a hacer que dichos hábitos sean
menos compulsivos y automáticos. Los pensamientos empiezan
a parecer "separados de mi mismo" y dejamos de considerar "yo
soy mis pensamientos”.
Si
la práctica de observar pensamientos y sentimientos prosigue, las
preocupaciones propias empiezan a experimentarse como algo ajeno y ligeramente
irritantes. Cuando la atención cambia al punto de vista del observador interno,
los pensamientos empiezan a aparecer como "lo que pienso" en lugar de
"mi ser real", puesto que hay una parte de nuestra propia consciencia
que permanece lo suficientemente desapegada para observar el
fluir de los pensamientos que se suceden. Cuando la atención se organiza en un
"sí mismo observador" separado, estas en una posición de ser más
objetivo sobre lo que realmente eres; con la práctica, el observador comienza a
parecerse a tu verdadero sí mismo, en lugar de cualquier pensamiento o
sentimiento particular que podamos tener. Es evidente que cuando la atención
vuelve al pensamiento, el sentido de una consciencia separada y desapegada se
disolverá, con lo que perdemos toda objetividad y volvemos a nuestros
automatismos.
En
cierto modo, toda psicoterapia que pretenda tener éxito depende de la capacidad
de desapegar la atención de los hábitos y describirlos desde el punto de vista
de un observador neutral. La auto-observación detallada es vital para ser capaz
de reconocer el propio tipo de personalidad, puesto que precisaremos conocer
nuestros propios hábitos de mente y corazón con el fin de reconocernos a partir
de las historias de nuestros semejantes.
Aunque
Gurdjieff no creía que sus discípulos fueran capaces de entender el significado
de su tipo en el Eneagrama, llevó a cabo una gran tarea para que se consiguiera
reconocer el carácter. Dos de sus métodos más conocidos eran "meter el
dedo en las llagas" y el "brindis de los idiotas". Gurdjieff era
un Ocho en el Eneagrama, el punto del Jefe, y fiel a su tipo, su método de
enseñanza era sintonizarse con las áreas más sensibles del carácter de sus
discípulos y apretar hasta conseguir una reacción defensiva.
El
principio de presionar los puntos más sensibles para mi resultó algo milagroso.
Afectaba tanto a todo el que conocía, que la persona, sin esfuerzo por mi
parte, y con gran satisfacción y total disposición, se quitaba la mascara que
papá y mamá le habían puesto con gran solemnidad; y gracias a esto, de
inmediato, yo adquiría la cómoda posibilidad de deleitar mis ojos lenta y
tranquilamente con el contenido de su mundo interno.
Los
brindis eran otra forma de introducir a los estudiantes en el concepto de tipo.
Los
que comían con Gurdjieff se veían obligados a ingerir una gran cantidad de
alcohol a lo largo de una serie de brindis en honor a distintas clasificaciones
de personas.
Se
pedía a los nuevos invitados que seleccionaran la categoría a la que creían
pertenecer, y seguidamente se brindaba por ella como esa clase de idiota.
Usaba
esta palabra [idiota], pero en su sentido original, no en el adquirido. En
realidad era otra palabra para tipo. En una comida había una serie de brindis;
la regla general era un vaso de brandy o vodka por cada tres brindis. Las
mujeres podían beber un vaso cada seis brindis; podían hacerse hasta
veinticinco brindis en una noche.
Hay
que entender que era ruso y los rusos son grandes consumidores de vodka. Pero
hay una razón más importante por la que Gurdjieff insiste en que sus invitados
beban... Pasaba mucha gente por sus manos, y se veía obligado a examinarlos lo
más rápido que le fuera posible. Ya sabemos como el alcohol es capaz de abrir a
alguien de modo que lo que mantenía en secreto salga a la luz.
Es
lo que los árabes quieren decir cuando afirman "el alcohol hace que un
hombre sea más sí mismo."
Durante
los brindis, Gurdjieff a menudo indicaba rasgos de carácter que veía en alguno
de los idiotas. A veces este rasgo era citado y en otras ocasiones mostrado.
"Eres
un pavo de corral," dijo a alguien la primera noche. "Un pavo de
corral que pretende ser un auténtico pavo real." Gurdjieff hacía unos
geniales movimientos de cabeza, un par de sonidos guturales, y aparecía en la
mesa como un arrogante pavo mostrándose a una hembra. Mucho más tarde se
materializó ante nuestros ojos un animal mucho más grande. "¿Porqué me
observas como un toro que mira a otro tipo de toro?" le preguntó a
alguien. Y con un ligero cambio en la expresión de los ojos, el porte de su
cabeza y la mueca de su boca, veíamos aparecer ante nosotros a un toro
desafiante.
Incluso
con gran cantidad de representaciones y lacerantes insultos, la definición del tipo
quedaba oscura. ¿Era fruto de que Gurdjieff no poseía dominio psicológico para trabajar
con éxito con los temas de personalidad? O se debía a que era impaciente, como muchos
de nuestros maestros contemporáneos de vida interior, a la hora de sacar a la
luz la personalidad, prefiriendo continuar con la tarea de poner a un lado la
personalidad?
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