jueves, 15 de noviembre de 2018

LOS MECANISMOS DE DEFENSA UTILIZADOS POR LOS DIFERENTES ENEATIPOS


ENEATIPO I

La formación reactiva: es el encubrimiento de una cosa con la contraria y la distracción de la conciencia de ciertos impulsos mediante actividades contrarias.
Aunque no sea exactamente una cuestión de que la acción moralmente aprobada sirva para distraer a la persona de la conciencia de sexualidad y rebeldía airada, podemos afirmar que es la intención (la disposición a la acción) lo que cumple la función de reprimir emociones.

Podemos decir que la formación reactiva subyace y es también el funcionamiento mental por el que la energía psicológica de la ira se transforma en impulsividad obsesiva. Por otro lado, la formación reactiva puede considerarse como el proceso que marca la transformación de la gula en ira. La ira no es sólo una cuestión de represión de las necesidades orales pasivas, sino una transformación, un modo alternativo de satisfacer la propia necesidad de amor subyacente, pero no mediante una regresión hedonista, sino mediante una progresión antihedonista hacia un autocontrol prematuro y un aumento de la tolerancia ante la frustración.
De acuerdo con esto la formación reactiva tanto genera ira como supone una defensa contra su reconocimiento, además de constituir el mecanismo subyacente al perfeccionismo, la moralidad, etc.

ENEATIPO II

Represión:
 es un mecanismo defensivo por el que se impide que la representación ideacional de los impulsos se vuelva consciente. Esta eliminación selectiva, que aparta de la conciencia el aspecto cognitivo de la experiencia del deseo implica una situación en que la persona responde en función de sus impulsos, pero sin reconocimiento de los mismos, lo que contribuye a una actitud de irresponsabilidad y a dar una impresión de falsedad. La represión es un “no querer saber” inconsciente, esto sólo puede conseguirse con un cierto embotamiento del intelecto, una perdida de claridad que va acompañada de una desvalorización de la esfera cognitiva. Esto explica la característica emocional de este eneatipo.
Igual que existe un mecanismo de intelectualización que sirve para distanciarse de los propios sentimientos, podemos decir que existe una emocionalización que facilita el proceso de distraer la atención de la conciencia de necesidad o, más exactamente, de la representación intelectual del instinto.
Hay también una impulsividad característica, un empujar en las relaciones interpersonales, una impaciente necesidad de satisfacción y una incapacidad infantil de aplazar la gratificación.
Hablar de represión de la necesidad es prácticamente equivalente a hablar de represión de la atmósfera psicológica de la envidia, podemos en este caso entender el orgullo como una transformación de envidia mediante la acción conjunta de la represión y de la emocionalidad histriónica. En el carácter orgulloso e histriónico no hay nada tan evitado como la sed de amor y el sentimiento de no ser digno de merecerlo, tan característico de la envidia. Así, podemos decir que mediante una combinación de represión y de emocionalidad histriónica la envidia se transforma en orgullo y el necesitar la simpatía, afecto o apoyo emocional de los demás en la dedicación a los demás.

ENEATIPO III

El mecanismo central de este eneatipo es la identificación con una autoimagen ideal construida como respuesta a las expectativas de los demás, de modo que podemos suponer que desde muy temprana edad esto implicó una identificación con los deseos, valores y comportamientos de los padres.
La identificación es definida como un proceso por el cuál la persona adopta la característica de otro, transformándose, hasta cierto punto, según un modelo externo.
Además de este mecanismo también utiliza la negación: aquel por el cuál se declara que eso no es así (anticipándose a que alguien se dé cuenta de que sí lo es). Esto esta estrechamente relacionado con el mantenimiento de la autoimagen y es, claro está, una expresión directa del engaño.

ENEATIPO IV

La introyección: la mala autoimagen que tiene el tipo IV es la expresión directa de haber introyectado un padre o madre que se rechazaba a sí mismo, y que del odio a sí mismo que implica dicho introyecto resulta una necesidad envidiosa de aprobación externa y de amor, como necesidad de compensar la incapacidad de amarse a sí mismo.
En la introyección según Freud el individuo reacciona ante la pérdida de amor volviéndose como el amado (como si dijera al amado muerto: “no te necesito, ahora te llevo dentro de mí”).
Ferenczi y Freud inciden en la idea de introducir en sí mismo un “buen objeto”, Melanie Klein resaltó por su parte la importancia de los malos introyectos. Es como si la persona, impulsada por una ansia de amor excesiva, quisiera llevar una figura parental dentro de sí a toda costa (es decir, “masoquistamente”).
El tipo IV internaliza el rechazo parental o introyecta un padre o madre no amoroso, de modo que introduce en su psique una constelación de rasgos que varían desde un mal concepto de sí mismo a la búsqueda de una distinción especial, contrayendo un sufrimiento crónico y una dependencia (compensatoria) del reconocimiento externo.
Aunque Melanie Klein da mucha importancia a la proyección en el mecanismo de la envidia el proceso por el cual en el eneatipo IV “la familiaridad engendra desprecio” (y por el cual lo disponible nunca es tan deseable como lo no disponible) es más como un “contagio” en que la autodenigración se extiende a aquellos que, por intimidad, han llegado a participar de algún modo de la “calidad de uno mismo”.
En esta situación no se produce negación de las características personales, sino la manifestación del hecho de que en las personalidades más dependientes el sentimiento de “yo” ( que nunca es fijo sino que es, como propuso Perls, una función identificativa) parece extenderse al mundo de las relaciones íntimas.
Destaca también en este eneatipo el mecanismo de la retroflexión: en donde la ira generada como consecuencia de la frustración es dirigida no sólo a la fuente externa de frustración (y al frustrador original de la propia vida), sino, a causa de la introyección, a uno mismo.
Además en este eneatipo también podemos hablar del mecanismo de la represión.
La actitud mas evitada de este eneatipo es la de superioridad exigente, tan natural en el tipo I. En consecuencia, en este eneatipo la introyección hace posible que la persona transforme la superioridad en inferioridad, al adoptar la estrategia masoquista en las relaciones interpersonales. Es como si el introyecto fuera, una piedra atada al pie de la persona para asegura que se hunde, al tiempo que mantienen una posición de necesidad y evitación de una superioridad que pudo haber sido disfuncional en el proceso de adaptación de la primera niñez. La exigencia sigue presente, pero el sentido de justicia al exigir se transformará en ese tránsito asociando la reclamación con la culpa, lo que perpetuará la posición de inferioridad.
Por este motivo en este eneatipo se ve no sólo la represión de una emoción (la ira), sino su transformación en la siguiente (la envidia). Porque en la envidia, por intensificación de las ansias orales, el individuo busca satisfacer las mismas necesidades que en la perspectiva del tipo I se satisfacen mediante la exigencia asertiva.

ENEATIPO V

Aislamiento:
 parece haber alguna relación entre el aislamiento interpersonal y el mecanismo de defensa llamado aislamiento en el psicoanálisis, es decir, entre la interrupción de la relación con los demás y la interrupción de la relación con uno mismo o con la representación de los otros en el propio mundo interno.
El aislamiento es el núcleo de carácter del tipo V por el hecho de que el característico desapego tanto de la gente como del mundo en general (incluyendo el propio cuerpo) ocurre por la inactivación de los sentimientos y corresponde también a una evitación de la situación en que normalmente surgen éstos: una interrupción del curso de la vida al servicio de la evitación del sentimiento.
La incongruencia de esta reserva con la común necesidad humana de contacto es mantenida mediante un embotamiento de la vida emocional. La evitación de la acción en el tipo V puede entenderse a la luz de una evitación de los sentimientos y del mecanismo de aislamiento, y merecería más el nombre de aislamiento motor que la interrupción de pensamientos y el trastorno en la percepción de la gestalt por bloqueo mental. Allí donde hay alejamiento de los demás y del mundo, la acción es innecesaria e, inversamente, la evitación de la acción mantienen la evitación de la relación.
Su hipercontrol, su desvitalización y su disposición a no invertirse en ningún curso de acción o relación en particular conlleva un correspondiente tabú a la intensidad y un miedo a una destructividad potencial.
El eneatipo V usa el mecanismo de escisión como una manera que el individuo tienen de protegerse de dar una respuesta primitiva e impulsiva a su medio.
Su habilidad para separarse conceptual y analíticamente, considerando los aspectos de una situación, permite a la persona ver esa situación como algo no relacionado con las necesidades personales (lo que conduce a la restricción de las necesidades personales).

ENEATIPO VI

Proyección: atribuir a las otras personas motivos, sentimientos o pensamientos no reconocidos en uno mismo.
La proyección puede entenderse como un funcionamiento mental que pretende la autoexculpación o evitación de la culpa, siendo algo así como una válvula de escape para una culpa excesiva. Puede entenderse el origen de esa culpa en relación con el mecanismo de defensa conocido como “identificación con el agresor.
Es como si pensara para sus adentros que es prudente adoptar una actitud autoacusatoria, ya que así no entrará en problemas con la autoridad. Es típico de la autoacusación ver monstruosidad donde sólo hay naturaleza, llevamos dentro de nosotros un Ello freudiano preñado de hostilidad y destrucción. Este imaginar monstruosidad donde hay espontaneidad potencial y sabiduría organísmica, no sólo conduce a la inhibición, sino que se complica por el hecho de que esta inhibición perpetúa la situación de no conocerse, lo cual a su vez vuelve al individuo más vulnerable a su autodenigración.

ENEATIPO VII

Racionalización:
 la invención de una razón para una actitud o acción cuyo motivo no es reconocido, no supone la inhibición del impulso (sino, más bien, lo contrario), implica una distracción de la atención de los “motivos reales” para las actitudes y acciones de la persona, y, haciendo que esas acciones parezcan buenas y nobles, satisface las exigencias del superego.
En la racionalización el explicador utiliza la persuasión para sortear los obstáculos para su placer. La racionalización puede considerarse, sin embargo, como un mecanismo de defensa más bien elemental que mantienen un mecanismo más complejo de Idealización.
Ante todo, está la autoidealización, que en la mente de la persona del tipo VII está ligada a al negación de la culpa y también a una actitud narcisista y a sus demandas. En relación a la figura de autoridad, en general en el tipo VII parece haber adoptado una actitud desidealizadora, implícita en su orientación no jerárquica. La actitud optimista del tipo VII y el humor alegre que es habitual en él no serían posibles si no se diera una idealización tanto del mundo en general como del las personas más significativas que hay en él. El optimismo conlleva la suspensión de la crítica y de la acusación, y la presuposición de será tanto amoroso como digno de amor su lema sería: “ yo estoy bien, tú estás bien”.
Además de la racionalización y de la idealización, podemos también mencionar la revelación del mecanismo de defensa de la sublimación: que se una reorientación de la energía instintiva hacia objetivos socialmente deseados. Lo cual implica una sustitución del propósito real de sus impulsos por imágenes, planes y la catexis de su propio ingenio (en virtud de lo cuál, además, tienden a acumular herramientas para hacer, en lugar de simplemente hacer).

ENEATIPO VIII

El sobremasculino tipo VIII se esfuerza en mantener una asertividad y una agresividad excesivas para evitar una posición de indefensión “femenina”, una indefensión que implicaría sumisión a las constricciones sociales y una renuncia a los propios impulsos.
También para compensar los sentimientos de culpa, vergüenza y falta de valor que evoca su desconsideración hacia los otros, el individuo ha puesto en marcha un proceso de negación de la culpa y de represión del superego, más que del ello. Esta rebeldía contra las inhibiciones, en una actitud de solidaridad con el perro de abajo intrapsíquico, es similar a la negación hasta el punto de que hay un rechazo de la autoridad internalizada y de sus valores.
Hablaríamos mas de “contra-introyección” ya que este eneatipo intenta hacer todo lo contrario a tragar, es decir, está dispuesto a vomitar lo que no esté de acuerdo con sus deseos.
Al igual en cuanto a la represión en este eneatipo es la capacidad de mantenerle dolor fuera de la conciencia, una condición en que la persona puede no enterarse de una fiebre alta o de una infección en el oído medio, por ejemplo. A nivel psicológico, la insensibilidad al malestar psicológico de los individuos sádicos y de mente tosca supone una relativa insensibilidad a la vergüenza y explica una aparente falta de culpa.
A esta característica “elevación del umbral del dolor”, que puede ser entendida como la base tanto de un encallecimiento como de un desistir de las expectativas de amor de los demás y un volverse contra los valores de la sociedad, podemos llamarla desensibilización.

ENEATIPO IX

El mecanismo principal es la narcotización, no sólo es una pérdida de conciencia, sino, más precisamente, un “quedarse dormido” mediante una inmersión en el trabajo en estímulos como la televisión o el leer periódicos. Esta maniobra de autodistracción viene descrita por la Gestalt como la deflexión.
La deflexión es un mecanismo neurótico utilizado para apartarse del contacto directo con otra persona. Es una manera de enfriar el contacto real, cuyo calor se evita hablando con rodeos, empleando un lenguaje excesivo, riéndose abiertamente de lo que se dice, no mirando a la persona a la que se habla, siendo abstracto más que específico, siendo educado en lugar de directo, usando un lenguaje estereotipado en vez de un lenguaje original, substituyendo emociones suaves por otras intensas, hablando sobre en lugar de hablar a, y quitando importancia a lo que uno acaba de decir. La acción no se centra, es más débil y menos afectiva.
Otro mecanismo psicológico destacado en el eneatipo IX es la confluencia, descrita como una perturbación de los límites; podría ser también considerado un mecanismo de defensa por cuanto constituye un intento de rechazar en la conciencia el hecho del propio aislamiento, la soledad y la individualidad.






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